lunes, 8 de diciembre de 2008

Devolución

Regreso. O regresé. O regresaré. Los tiempos verbales son muy inestables en Trachimbrod por la carestía de relojes, almanaques y por carecer yo de puntuales menstruaciones. Regreso porque me fui y me fui porque cuando marchaban las visitas, acostumbraba a quedarme yo, y si poco me gustaban los vecinos, aún más me hartaban mis reflejos. Escogí el extremo más opuesto de la isla con la esperanza de perderme por el camino. Lástima que nada más llegar pudiera comprobar que no había conseguido abandonarme: allí estaba yo y las hijas de puta de mis circunstancias en todo su esplendor, igualito que cada vez que intento marcharme.

Traté de expresarme mi indignación iniciando una sentada pero comprendí la inutilidad de mi gesto cuando yo mismo secundé la iniciativa con la certidumbre, para colmo, de que toda mi vida había sido un sentarse, perseverante e indolente. Este lugar es distinto, este tiempo es diferente, pensé, porque yo necesitaba las diferencias y las distancias. Distintas eran las olas de aquel mar, tan semejante al mismo mar de siempre (el mismo mar, las mismas dudas) y distinta aquella arena que nadie podría distinguir de la de la playa de mi casa , salvo yo, aunque no pudiera hacerlo. Pero por más que intentara convencerme y más aplastantes que fueran mis mohines, yo aprovechaba los silencios para sentenciar por lo bajo que ya pueden ser los mundos opuestos que el que seguirás siendo idéntico serás tu, que sólo te cambiara la epidermis y los cabellos, que donde no hay diferencia no hay esperanza. Me callé de la hostia que me acabe metiendo. Todo aquello era distinto y punto que en mi esquizofrenia mando yo y obedece la democracia.

Lo que si que hice fue calcular cuanto tiempo tardaría en matarme de seguir así. Probablemente antes de cenar y dado que estaba atardeciendo, me apresuré a escapar a lugares remotos e inciertos de esos en los que habitan las brumas y las leyendas. De manera que aquella locura mía me consintió visitar by de face las casas azules de Jaipur o el Sótano de las Golondrinas de San Luis de Potosí, Kinjakuji en Kyoto y los pajares de los dogones de Mali. Y más allá (porque más acá igual conseguía darme alcance) las descomunales tormentas de arena de Marte, las nebulosas de fuego de Júpiter y un grano de arena de Saturno que soñaba con ser dios y que a lo mejor ya lo era. Y llegué a caminar por encima del tiempo y me topé con un Coloso de Rodas infantil y pequeño y pude por fin descansar en una abadía del Cister, sin banderas ni edades, deleitándome, a la luz de cirios callados, en las páginas envenenadas del último ejemplar del II Libro de Poética de Aristóteles, sobre la risa y la poesía yámbica. Ahí queda eso.

Cuando desperté, lloraba mi pene y se meaban mis ojos y no tenía claro si seguía soñando o aún dormía. Había transcurrido tiempo pero el océano no se había dado cuenta. El sol había alumbrado acontecimientos asombrosos y la luna había encubierto terrores inconcebibles. O al revés. O viceversa. Y decidí regresar, como podía haberme quedarme quieto.

Volví por un camino distinto y os juro que aún no estaba loco cuando las pupilas se me dilataron y principiaron a salivar mis testículos, pues al alcance de la mano, encaramadas a una colina, se erigían casas antiguas, celestes y marinas, azules en cualquier caso. Y desperdigados entre ellas, antiquísimos lagares de arcilla que un día albergaron el pan de un pueblo sin recuerdos. Justo en la cúspide, despertaba el sol sobre las pulidas tejas de un templo dorado y en mis pies la tierra bostezaba y dejaba ver sus secretos. Torbellinos de tierra, mares de fuego, universos microscópicos, un gigante de bronce y un libro de carne y hueso.

Se que es dificil comprenderme, pero así de complicados son los sueños, y yo sin saberlo caminaba en uno. Me despertó un cocotero que interrumpió mi sonámbulo deambular. Trachimbrod era la misma de siempre. Ni ella ni yo habíamos cambiado.

Mascullo todas estas cantinelas para intentar convencerme de que he regresado, con un chichón de más y unos calzoncillos de menos, con la impresión de no haberme ido, con la certeza de haber vuelto, sin haber aprendido nada pero con el orgullo de la supervivencia. Con la imperiosa necesidad de decirle miles de cosas a ella y dos o tres al resto.

jueves, 2 de octubre de 2008

Visitas (...y III)

La tercera visita la esperaba


A la vida y al resto de Comedias les gustan las trilogías, las trinidades y los triángulos. Dichosos caprichos del tres, que diría aquel...


Y por eso no me resultó extraño verle sentado en la arena, de espaldas a mí y de cara al oceano. Callado, siempre callado. No se por qué, pero lo de que fuera chino si que me sorprendió: los ojos tan rasgados como el horizonte al que no dejaba de mirar, el torso desnudo, los pies descalzos y solo un pantalón vaquero un tanto leproso. Musculoso, guapo, lástima de orientaciones sexuales pensé mientras observaba viendo el escaso entusiasmo de mi aparato reproductor.


Le saludé y nada. Le ofrecí comida y menos. Le pegué un empujón y no tardo en recuperar la posición que mi rudeza le había arrebatado. Ni siquiera agua bebió. El tipo respiraba así que muerto no parecía estar. Un poco mosqueado de su mutismo le llamé Saturday y tampoco, le pedi un rollito de primavera y menos, y cuando pregunté por el tema de los osos panda solté una risa despreciable que ni las gaviotas ni el eco corearon.

No se ni el momento en el que me puse hablar. Todo empezó por el principio. Planteamiento. Nudo. Desenlace. O sea, Nacimiento, Angustia y Presente. No tardé mucho en contarles los triunfos y y llegaron a ser tres las lunas que me vieron enumerar los fracasos. Me sentía mejor, cada vez más exultante. Le confesé mis certezas, o sea, Ella y también Yo. Y le atosigué con mis dudas, o lo que viene siendo, Ella, y también Yo y luego Todo Lo Demás. Le encontré respuestas a las preguntas que le hacía pero luego venían más preguntas sin que las respuestas amanecieran por ningún sitio. Cuando terminé mi vida comencé con la de otros; le hablé del negro emigrante, del náufrago poeta, le describí cada brote de mi arbol genealógico y luego, sin tregua, le hablé de ella de ella y de ella, la describí en mil idiomas, en cien gestos y en un dibujo,como un eco interminable y luego seguí diciendo cosas hasta que mi garganta se rindió y se me agotaron las palabras vanas. Buenas noches acerté a decir cuando por fin me fui a la cama, vacío, feliz.

A la mañana siguiente, de Saturday sólo quedaba el pantalón vaquero. Imagino que optó por suicidarse y no se lo reprocho, aunque podriá haber dejado alguna nota, un hasta luego, un la vida no tiene sentido, un dios no existe o algo así, que queda muy fino para estas cosas. Para colmo su pantalón me venía chico y para lo único que me ha servido ha sido para trapos. Una mierda en resumidas cuentas.

Y por eso me he aventurado a nadar más de la cuenta y en un picaporte flotante he colgado un cartel de "Don´t Disturb, coño". Luego más relajado, menos ansioso y más seco le he enviado una botella a Mi Ella Primordial y la he jurado en mil arabescos que ella puede disturbear todo lo que se le antoje, que existen un lenguaje para el mundo y un mundo para ella y que nada es lo mismo ni sirve explicarlo. Y ella divertida me ha respondido unas sonrientes letras que me decían que no me preocupara. Yo, obediente, sumiso y servil me he fumado un cigarrito y he asistido a un bendito atardecer repleto de soledad.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Visitas (II)

La Balsa del Millón de Gentes proclama incansablemente su derecho a ser considerada como una isla, populosa para más señas.

Entre los insulares no existe unanimidad al respecto. Unos enarbolan pesados diccionarios y amenazan a quien afirme que hay islas más allá de las definiciones. Otros dicen que, mientras esté rodeada de agua por todas partes, isla es. Los anteriores dicen que, entonces, cuando les sorprende una erección en el baño, ¿también hablamos de islas?. Y entonces los más groseros, los menos educados les responden, no, nosotros sólo hablamos de islas emergentes. Yo por mi parte pienso que es isla aquello que te impide salir de sus contornos por tus propios medios y al de la isla de al lado le importa tres cojones estas estupideces.

Sea como fuere, la Balsa del Millón de Gentes no se sabe de donde partió ni hacia donde va. Arriban en cada isla según su capricho y son muchos los que jamás les vieron arriar. Su llegada es bien recibida por cualquier náufrago que se precie pues traen consigo la alegría de la multitud y se marchan antes de que comience la desazón inmanente. Pocos invitados son tan generosos en cortesías y alardes con sus anfitriones y únicamente se muestran reservados cuando les preguntas como pueden caber tantos en un espacio tan corto. A pesar de su número innumerable, son respetuosos con el entorno y procuran dejar todo en el mismo estado en el que lo encontraron, salvo por las suculentas bandejas de fruta y los asados de animales diversos que abandonan tras de si a modo de compensación.

Por eso debería haberme sentido contento la mañana en la que, en lugar la sal, la arena y el viento, me vi acompañado de miles de seres humanos de todo tamaño y condición. Más grandes, más pequeños, más mujeres y mucho más viriles. Drogadictos, famosos y famosos drogadictos. Su Ilustrísima, Su Eminencia, Paco y un japonés.

Una mujer que se esmera en desprenderse de la belleza convenciendo a su piel para que perdiera brillo y a sus pechos para que se relajaran un poco, que tenía desgastado el dobladillo de la falda y ya nunca llevaba tacones, agotada del azogue en las pupilas de los hombres, cansada por haber follado mucho y haber amado poco.

Un coloso de carne y basalto que arrancaba de cuajo las palmeras, las tronchaba entre sus piernas y las convertía en mondadientes que reciclé más tarde como columnas de templos clásico, pendientes de Dios a quién consagrarse.

Un hombre y un niño, preguntando por su madre uno, y por su mujer el otro, con la misma desesperación, los dos.

Los hay rebeldes sin causa: el negro que lleva túnica y capirotes blancos, el talibán al que el burka solo le deja enseñar unos ojos cansados, las ancianas que duermen el sueño de los justos, el imán que adoctrina sobre la ablación del prepucio.

Sobre las puntas de la cresta de un punky gigantesco, enanos y enanas bailan danzas rusas.

Y flotando sobre todos ellos, cientos de globos gigantescos de millares de colores cambiantes, algunos innombrables y otros sencillamente maravillosos, parpadeado al son de canciones perdidas, fascinantes

Una marea de seres errantes con los que en otro tiempo, allá por el bautismo, me debería de haber sentido identificado, pero de los que ahora huyo. Me atetorrizan sus abrazos, su calidez, sus incesantes invitaciones de acompañarles. Me siento tan abrumadoramente sólo que no ceso de correr y siempre les encuentro. Sólo cuando emprendo el camino del volcán comienzan a escasear y cuando llego a la cima nadie me acompaña. Escucho sus voces como escucho al viento, y paradojas de la vida (o cosas de la muerte) la soledad se mitiga y hace menos frío. Y allí tan alto estoy que creo respirar más cerca de tí, mujer amada y desconocida, y pienso en tí, amándote y desconociendote, y poco a poco me voy sumergiendo en un sueño cargado de susurros y de caricias que no se de donde vienen pero que no evito. Me ahogo. Me duermo.

Por la mañana no están y como ya dije es como si no hubieran venido. Si no fuera por la Cesta del Millón de Frutas todo habría quedado en un delirio. Cojo una mandarina y el resto lo deposito en la ola que va directamente a tu isla y mientras me voy comiendo un gajo tras otro, asisto a la estela de una isla de fresas y plátanos, de guayabas e higos, junto con una botella cuyo contenido, por ser solo para tí, me reservo.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Visitas (I)

Quisiera irte a visitar pero me da miedo no encontrar el camino de regreso
A.M


Gabriela.

O al menos así me dijo que se llamaba.

No era Ella, pero no estaba la cosa como para quejarse demasiado, más si cabe cuando la chica era hermosa, a su manera, y estaba semidesnuda, a la mía. Si no hubiera sido intangible habría sido perfecta. Lo deduje cuando, al mirarle los ojos (y espiarle las tetas, tan transparentes como el camisón, por desgracia) pude contemplar, con brumosa nitidez, los andares de una tortuga coja que transitaba tras sus omóplatos, y eso es cosa, permitanme que lo diga, que hubiera sido imposible de haber sido corpóreas sus clavículas. Cierto es que de haber nacido en el siglo XIX hubiera resuelto el incidente describiéndola como etérea, pero habitando el veintitantos como es el caso no me gustaría que me tacharan de extemporaneo.

Y eso que me costó trabar contacto. Al grito de, "coño, un fantasma" sali carriendo hacia la otra parte del mundo en cuanto la vi. Pero, empachado de soledades como estaba y remordido por mi descortesía, regresé con la cabeza gacha y un perdón entre los labios.

Hablaba Gabriela de forma extraña. Me juraba y perjuraba que lo último que recordaba era que estaba durmiendo en su habitación, que el día había sido agotador y que se fue a la cama pronto. Que ella nunca montaba en barco porque se mareaba y que la ciudad que habitaba estaba al menos a diez ríos de cualquier oceáno.

Le hice ver que estaba en Trachimbrod. Le pregunté las cosas que se preguntan en este caso, que si estudiaba, que si trabajaba, que si tenía novio... No le pregunté lo de que si tomaba drogas, porque visto lo visto era evidente que si, pero ella no dejaba de mirar a todas partes, de sentir miedo de tanto mar. Me preguntó cien veces como se salia de allí y yo, no sin cierto despecho, me encogí de hombros y le respondí que eso quisiera saber yo.

Finalmente la chica se sentó sin que la arena de la playa lo notase y yo, vencido por la compasión, hice lo propio y le cogí una mano que nunca llegué a tocar.

Mira, creo que no deberías de preocuparte, dije.

Silencio.

Lo más seguro es que estes durmiendo. Que estés tan ricamente envuelta en un edredón, a mil millones de kilómetros de aquí. Que tu único miedo en estos momentos, sea el instante en el que el despertador te joda los párpados...

Silencio.

Trachimbrod es un sitio curioso. No hay muerte y me da miedo pensar que a cambio tampoco es que haya mucha vida. Solo yo. Lo que para mí es real para tí es sueño. Tiene su lógica.

Silencio

Basta con despertarte


El tema está en que no se si quiero hacerlo...

Silencio

...el único problema que tu tienes aquí es que no puedes salir. Pero yo, si despierto, tendré frío. Y eso no será lo peor del día.

Dos silencios.

En Trachimbrod todo es distinto. Menos uno mismo. Deberías gritar, le dije (pero bajito).

Y eso fue lo último que supe de ella. Un grito, que luego fue eco y luego susurro y luego nada. Ni huellas dejó la arena, tan rácana en recuerdos como siempre.

Tardé un rato en volverme a casa.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Boludeces

Intento convencerte, querida mistress. La lejanía me lo complica pero yo persevero, gentil mistress. Intento convencerte de mis sueños, de mis realidades dormidas. Y por eso te digo de embotellada manera,

Un día soñé que despertaba.

Y estabas allí, precisa e interminable. Te habías dejado la sombra en cualquier lado y la gente te miraba mientras paseábamos. Ellos con sus cuchicheos, tu con tus sonrojos y yo, burlándome un tanto.

Debajo de un árbol cualquiera, dejamos que el tiempo se aburriera. Algo leimos, algo nos contamos, no estoy seguro de qué.

Luego nos volvimos andando con un poco de prisa. Tu tenías frío. Yo tenía hambre.

Al llegar a casa, mientras preparabas cualquier cosa en la cocina, tendido en el sofá regresé al sueño en el que yo dormía.

Y volví a perderte


y por eso trato de convencerte de que está mañana, aún me siento más solo.

"Eso te pasa por machista" ha sido tu única respuesta. La acompaña una sonrisa, no se si tierna o cruel.

martes, 2 de septiembre de 2008

Pendejadas

Cuando miro veo una maraña de islas y mi vista no es capaz de desentrañarlas. Todo es inutil que diría el suicida.

La Isla que Todo lo Ve no es más que un ojo al que las gaviotas enferman de conjuntivitis. Detesta las mareas que lo irritan y por las noches, cierra.

El Atolón de los Hombres Perfectos esta desierto desde hace un millón de años.

La Isla Esférica es un balón de futbol que quince mil niños paquistaníes elaboraron con sus tiernas manitas a mayor gloria de una firma deportiva. Tan cansados quedaron que se durmieron en la cima de la pelota y un vendaval los arrastró hasta el mar. Torturan mis noches con incontables gritos y juegan a todo menos al futbol. Ya se harán adolescentes, ya.

Dice una nube que ella también es isla, aerea para más señas. Dice una piedra que por qué no puede serlo ella que es corpórea. Dice la nube que una cosa tan fea no puede ser isla. Dice la piedra que fea lo será su puta madre, que ella es hija de montaña y nieta de cordillera. Dice la piedra que será hija de lo que quiera, pero bastarda en cualquier caso. Menta la piedra al cielo y la nube le orina lluvia en sus mismos ojos.

Hay un Islote que quiere suicidarse. Todas las mañanas hace amago de dejar de nadar y se sumerge y cuando le falta el aire se asusta y vuelve a subir. Sus pobladores están hartos de las zambullidas irracionales y han puesto una reclamacíón a la Comisión Ética Insular que hasta la fecha no ha recibido respuesta.

Y luego está la Isla Más Pequeña del Mundo. Es microscópica y solo pueden verla ojos muy avezados o prismáticos muy ambiciosos. Curiosamente está habitada por millones de seres gigantescos de voces tan leves que no se que quieren decirme. Igual me advierten que deje de fumar cosas raras cuando miro al horizonte y yo les hago caso y me voy callando poco a poco y acabo por ver únicamente a la única isla, con sus firmes tetas, su pelo rizado y su sonrisa flotante, y me quedo allí, a la deriva, ensimismado, bobo....

miércoles, 20 de agosto de 2008

Evocaciones

Desde mi playa, reposada y doliente, asisto a su vuelo como el tonto de baba que proclamé ser.

Noto un ligero cosquilleo en los huevos e intuyo un orgasmillo de arena y sal, perecedero pero conmvedor.

Flota majestuosa sobre mi rostro, la hija puta sabe volar y eso, solo eso, ya me enciende una diminuta sonrisa de ratón, contagiosa si, pero dada mi soledad, inofensiva. Como un gilipollas enamorado salto con los brazos destinados hacia ella, con las manos en pinza avariciosa, intentando hacerla mía, poseerla, acariciarla. Nadie se ríe de mí, cosas buenas de la soledad. En estos casos, siempre vuelan demasiado alto o el salto es demasiado corto.

Reposan canciones de aleteo sobre el viento que deja tras ella. Creo escuchar el eco de un tiempo pasado, de un mundo que igual permanece (o no) a mil mundos de distancia. Cuando el cielo ya la ha devorado, en un susurro le pido que vuelva. No lo hace.

Jodidas bolsas del Carrefour lo bien que vuelan.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Abrazos

El día que no nos pongamos de acuerdo con la prensa creo que lo nuestro estará acabado

Chisme

En un país hay un diciccionario que dice:
isla.
Del latín, ínsula

1. f. Porción de tierra rodeada de agua por todas partes.
2. f. manzana (‖ espacio urbano delimitado por calles).
3. f. En aeropuertos, estaciones, vías públicas, etc., recinto o zona claramente separada del espacio circundante
Yo añado
4. Lugar innaccesible en el que nos empeñamos en habitar
Por eso, no es una isla cercana, yo no la veo, no tiene mar a ninguno de sus lados. Pero son náufragos, igual que tu y que yo...
Las mañanas amanecen en mitad de la interminable cháchara política de un locutor de radio. Ella se despierta a la vez, pero se levanta antes.

Yo me demoro en mi lado.

Jamás se da la vuelta ni yo le digo buenos días mientras espío sus pasos.

Me ducho, me afeito me visto.

Huele a café en la cocina.

Detrás de la puerta cerrada, suena el agua del otro baño.

Yo hago mis tostadas, ella moja dos galletas, yo distraigo la mirada sobre el dominical de hace seis domingos. Ella observa el suelo.

En el ascensor el hilo musical. En el coche el locutor sigue tronando.

Cuando la dejo en el trabajo ni ella se da la vuelta ni yo espero a que entre.

Un leve atasco. Un cielo que se nubla. Emigrantes limpiando cristales. Mujeres con maletines de piel y zapatos de plástico. Una oficina hiperactiva en la que no se fabrica nada.

A veces levanto la vista del ordenador y no veo nada y regreso a la pantalla solo porque morir me aburre aún más.

Si llama es para recordarme que me pase por el supermercado a comprar azucar, pero hace años que no lo hace. Siempre hay azucar en casa.

El mismo atasco, ahora de noche.

Las luces naranjas iluminan a los limpiacristales, los mismos u otros.

Otra voz diciendo las mismas cosas que las de su compañera, a veces incluso con las mismas palabras.

Mujeres que tienen frío. Personas que aguardan.

Si huele a comida en el rellano, es que ellá esta y la llave solo da un cuarto de giro para abrir la puerta. Si no, son dos vueltas y la casa está oscura.

A veces nos decimos un buenas noches con desgana. Otras ni eso y la televisión nos suplanta. Que cansancio, pienso mientras el reloj sigue sonando. Apuramos le película o reconocemos la derrota antes de tiempo y nos vamos a dormir. Lavarse los dientes, ponerse el pijama, a veces escuchar la radio de la voz eterna y entonces...

O es ella o soy yo, o los días de milagro, los dos a la par. Ella mirando y yo lo mismo, sin voces eternas ni transitorias. Alza su mano como una diosa rebelde, y con la punta de su dedo dibuja mis ojos, mi nariz, cada uno de mis cabellos y se demora en la boca porque dice que ciertas cosas hay que hacerlas bien. Me regala todas mis costillas y mis brazos suavemente, tenemos todo el tiempo del mundo y ella, se regala una buena polla, ya erecta dice, porque una cosa es ser paciente y otra ser idiota. Luego vienen las piernas y demás cosas que no importan. Ella me crea. Cuando yo miro, ya está desnuda y me ofrece sus pechos que son mi primer alimento. Antes de la boca, llegan las manos y después, mi pecho. Y así poco a poco la diosa se despereza y ve que lo que ha creado, es bueno. Me sumerjo en su coño y ella se demora en mi espalda, me quita las imperfecciones de su obra, mientras jadea. No es bueno que el hombre esté solo, murmulla con sorna. Nos penetramos, nos quedamos callados ante nuestra propia eternidad, con todo nuestro cuerpo expectante y después de reventar, nos decimos lo siento y nos dormimos abrazados.


...las mañanas amanecen en mitad de la interminable cháchara política de un locutor de radio. Ella se despierta a la vez, pero se levanta antes. Yo me demoro en mi lado. Jamás se da la vuelta ni yo le digo buenos días mientras espío sus pasos.

No son momento las mañanas, de buscar una respuesta.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Exorcismos

Cuando la monja entra en la habitación no tarda en reconocer los síntomas. Cajones abiertos. Cristales rotos. Sabanas, ropa y papeles desperdigados por el suelo. Las paredes untadas de mierda. El frío. El mal olor. Lo de siempre.

Un hombre reposa sobre una cama agonizante. Se adivinan las entrañas de un colchón mil vez vomitado, golpeado, arañado. Tampoco el hombre pasa por su mejor momento. Seguro que en otro tiempo no muy lejano fue un ejemplar sano, incluso robusto, pero ahora es poco más que un pellejo ambulante, con los pómulos que subrayan unas ojeras que le devoran los ojos. Tiene la piel musgosa y las uñas largas y amarillas. Las costillas le agrietan el pecho. Nada oculta su enorme erección. Duerme eso sí, o al menos disimula bien mediante una respiración acompasada.

La monja suspira.

Despierta dice, la voz divertida y la mirada también un poco. Hoy no tengo el cuerpo para tonterías

Unos ojos se abren y dejan una estela de malignidad. Las pupilas son verdes y alegres. El hombre no sonrié. Su mirada si.

¡Coño!. Dichosos los ojos. Cuanto tiempo

Si, si que es verdad. La monja mira . Tienes esto hecho una cochiquera. ¿Tienes que ser siempre tan guarro?, dice dejando caer la mirada sobre unos excrementos bastante recientes.

Marketing, darling. Hay que guardar las apariencias. ¿Que te ha demorado tanto, señora de Dios?

Los exorcistas no tienen buena prensa, querido. Somos el SAMUR de la teología pero cuando acertamos, nadie quiere hacerse fotos con nosotros. La monja no hace ruido al sentarse suavemente y deja que el cuerpo se abandone, estirando las piernas más de la cuenta que diría la madre superiora. Y tu eres muy persistente...

Gracias por el cumplido. Me crearon coñazo, pa que nos vamos a engañar y a mí me da pereza luchar contra mi naturaleza. Marketing de nuevo redarling. A tu marido le gustan los numeritos y salir en los periódicos. Las guerras no merecen la pena si no se glorifican las victorias, ¿no?. Al menos eso debe pensar Él, si es que piensa algo, que todo puede ser. ¿Problemas en el curro?.

A nadie le gustan los intrusos, pero allí, a las intrusas, directamente las detestan.

Indudablemente Dios no es mujer.

No, probablemente, no. Ni tu tampoco piensa mientras imagina y no mira aquel miembro desatado y hermoso.

Uno comienza el silencio y el otro lo respeta y ni siquiera se permiten pensar, colgado el no molestar de unos párpados encendidos.

¿Y como va a ser esta vez?. ¿Por las buenas o por las malas?, pregunta ella

Sonrié la mirada y se abrillanta la esperanza.

Yo de buenas se poco o eso dice la Biblia, pero estoy perezoso para las malas, así que no tardaré en irme, si eso es lo que preguntas. Además prefiero que tu medres lo más posible en la profesión. Tus compañeros son muy brutos. Que si hisopo por aquí, que si ritual vaticano por allá. La de veces que me han metido un crucifijo por el culo, los muy cabrones, que no le veo yo la utilidad, francamente. Les ofreces un poco de conversación mundana, que si los impuestos sobre el te, que si el tamaño de las capas y piensan que te quieres apoderar de sus almas. Ilusos. Los más no tienen y los pocos que la usan son tan esmirriadas que no merece la pena el esfuerzo.

Me alegro. Así podré volverme al convento para dormir

Pareces cansada

Baja la mirada la monja. Es un error pero no importa demasiado. Colecciona errores. Todos lo hacemos. Luego piensa. No pesan los años, pesan los errores.

Lo estoy. Me temo que los inmortales no sabeis nada sobre el cansancio. Es algo bastante molesto.

Imagino. Toshd cup galas. Cup tis poteras.

Como me irrita cuando haces eso.¿Que lengua es esta vez?

Ni lengua. Un dialecto del sumerio. Una pequeña ciudad estado vasalla de Ur. Goberné alli durante un tiempo y no hice mal las cosas. Salvo por el tema de los sacrificios humanos, creo que habrías estado orgullosa de mí. Acabé con las salvajadas que por allí acostumbraban a hacer los salvajes de los sacerdotes. No parece que siguieran a su dios con mucho gusto cuando les quemé a unos y a otros. Por mucho que pueda parecer lo contario, cómo me joden los idólatras.

La monja suspira. Hay cosas que resulta imposible cambiar sencillamente porque fueron creadas de otra forma. Si le pones mucha voluntad lo único que puedes conseguir es romperlas y a veces no merece la pena. La mayor parte de las veces. Demasiados añicos que luego nadie recoge. Todo tan sucio como aquella habitación

¿Y que significa?, pregunta ella

No pesan los años. Pesan los errores, sonríe él

Vuelven a callar. Ahora si piensan pero cada cual en su espacio. Sin invadir el del otro. Demasiados eones de diferencia. Demasiadas diferencias a secas.

Pudo ser distinto, dice el demonio dubitativo

Pudo, dice ella a media voz.

Eras hermosa

¿Insinuas que ya no lo soy?, dice la monja con indignación fingida, son sonrisa mentirosa, con tristeza estancada.

No, dice el muy serio. Abandona el tono burlón. Abandona la voz grave. Cuando está de buenas, el diablo gasta voz de plata. Sigues siendo hermosa. Pero tu belleza nunca será para mí. Y eso jode.

Ella diría, mientes señor del Averno. Ya no soy hermosa. Ya no lo seré nunca. Lo que no paso no puede pasar. Pero hablar no habla nada. Solo recuerda. Una habitación. La desnudez de un hombre desnudo, erecto y demoniaco. Ella con los ojos tan gélidos como el crucifijo de plata que blandían unas manos temblorosas. Y con el alma golosa. Recordando los 40 días de tentaciones de su señor esposo, tan altivo y ausente como siempre, también ese día, sufrió en el desierto. Lo soportó, pero no olvidaba las promesas de amor eterno que aquel demonio por boca de otro cuerpo juraba. Al fin y al cabo, si alguien puede amar eternamente es Él, pensaba ella, no sin cierta melancolía infinitamente hereje.

Pasa la tarde. A veces comentan cosas del tiempo, del atmosférico y del de verdad, y otras se dejan acompañar por el sol que se cuela por los cristales resquebrajados y les baña de una luz especial, puede que infernal, puede que celestial, de otro mundo en cualquier caso. Ella le pregunta que por que escogió a aquel pobre hombre y el le responde que porque es un buen tipo que quiere a su mujer y es escrupuloso con Hacienda. Meterse dentro de un asesino es pringoso. y dentro de un primer ministro, muy frío.

Empieza a caer la noche y el dice. No te doy más la vara. Y se va según termina. Sin aguardar respuesta ni despedirse. Ni prometer nada. Siempre es así. La monja se ajusta la cofia, se adecenta la falda y recoge su bolso. Hombres, piensa en un bufido.

El hombre duerme, aún nervioso. Le queda un tiempo cargado de pesadillas pero se pondrá bien. Se le ha ido el verde de la piel. El mal olor se ha marchado. Y sin embargo permanece el frío.

La monja ha recibe la gratitud sollozante de una esposa destrozada. Coge el coche que arranca gruñendo. Conduce entre la noche y atraviesa una ciudad lóbrega. Se detiene ante un convento algo estalinista en formas y en maneras. Mira y no sueña y con las mismas decide acabar con todo lo que hace tiempo que se acabó. Arranca. Atraviesa distintas ciudades idénticas y llega hasta una distinguida con el mar. Toma un barco, naufraga y alcanza una isla. Desde allí cuenta su historia y se interesa por si a alguno de nosotros nos ha dado reciéntemente por hablar lenguas muertas o girar la cabeza 360 grados.

jueves, 31 de julio de 2008

Voces

En Trachimbrod, yo solía dormir en una gruta.

Un lugar cualquiera, un sitio sin nombre.

Nunca fue lo alcoba más seca ni más calida, pero me jodió irme.

Empecé a escuchar voces. Cuando escuchas voces y no hay nadie, pasa algo. Lo mejor en una isla sin psiquiatra es marcharte y rezar para que no te persigan.

La primera vez que las oí lo atribuí a un duermevela aún eufórico de sueños. Pero la segunda vez ya tenía los ojos y los oidos como platos. No había error posible. Oía voces.

Una decía:

Me cago en la puta, pues no me olvidé el perejil otra vez

Y la otra respondía

Es que no te fijas

Se que no muy aterrador no parece, pero es que yo tampoco es que parezca muy valiente. El insomnio amargaba mis noches y nunca se me acababa de marchar un temblor seco, sin frío. No hablaban siempre. Solo algunas noches. No hacían caso de las lunas ni de las mareas, no obedecíann a festivos ni a días nublados, solo cuando quieren y como quieren. Encima de espantosas, pelín caprichosas las muy capullas.

Una noche me sorprendió temerario y busqué el origen de las voces entras las grietas de la cueva. Salían de un agujero diminuto. Miré por allí y en medio de la oscuridad más absoluta, imaginé manos fantasmales que no paraban de gasticular. Grité, "aquí hay gente que intenta dormir" y yo creí escuchar "no interrumpa, coño", pero igual no dijeron eso. Seguramente no contestaron nada y siguieron a lo suyo, incívicas, ineducadas, inalcanzables.

El remate fue el día que una voz comentó

Conocí a un tipo que siempre estaba leyendo. Cada vez que me lo encontraba tenía un libro entre las manos y entre los ojos. Un día le pregunté que cuantos se había leidoy va el figura y me dice que dos, que este era el tercero. Coño, solo dos. Tres con este, me dice. Pero si te tiras el día leyendo.? El mamón me sonrió con esa sonrisa que ponen los mamones, ya sabes, y me dijo, para mi cada letra es un prodigio, cada palabra un milagro, una frase es un mundo, un libro el universo. A mi dedicarle 10 o doce años a un universo no me parece demasiado. Y yo, claro, que le iba a responder, si a mí los Teo va a la escuela ya me venía grande

Supe que la otra voz callaba

Tío, la literatura es imposible. Insistió la voz primera.

Por fín la otra voz encontró una respuesta irrespondible.

A mí con que no se me pase la paella, me sobra

Y salí de allí corriendo.

Encontré otra cueva más o menos igual de húmeda y desagradable. Recé durante seis noches para que no me persiguieran y a la séptima me dormí exhausto y más tranquilo. No vinieron.

Por eso a veces, cuando el sol está en lo alto y la botella de ron aún tiembla en la mesa, yo me acerco por allí a ver que tal. No es bueno que el hombre esté solo, que diría aquel. Ni mal acompañado, respondería la otra.

viernes, 18 de julio de 2008

Prodigios

Se llama, se quiere llamar o la señalan como la Isla de los Niños que un Dia Participaron en Programas de Televisión Infantiles.

Yo recomendaría que nadie frivolizara con el nombre. Se que cuesta atribuir a un término ridículo repercusiones que estremecen los cuerpos y desatan los intestinos, pero considerando que a mí Adolfo me parece un nombre de lo más gracioso, creedme, no existen aullidos más sobrecogedores que los que se escuchan en esa isla. Lo absurdo al igual que lo real tiene una lógica de lo más macabra, compañeros.

No han sido pocos los exploradores que se aventuraron por aquellos parajes hasta que uno de ellos pudo regresar para contarla, febril, loco y enfermo de malaria. Murió a los tres días sin signos aparentes de resurrección, pero bastó ese tiempo para que me contara, con voz trémula y ojos desencajados, espantos para asustar una vida entera, al menos una tan cobarde como la mía.

Es aquella isla un mundo envejecido, el reflejo de un azogue descascarillado, con una playa llena de maderas de sal descompuestas por los susurros del mar incesante, vigas que un día fueron chozas, redes putrefactas devoradas por las algas. Un mundo que perdió los colores de una televisión de plasma. Sin embargo, lo juro, existe gente valiente. Al menos este explorador, poquita cosa y más próximo a Torrebruno que a Marco Polo lo fue y no dudó en adentrarse en una selva que le devoró la vida y la cordura con civilizadísima ecuanimidad.

Hay habitantes diversos. Hay niños que aún lo son y que por allí deambulan. Quizás los abandonaron sus padres, sus agentes, sus tutores legales, quizás fueran ellos los que se perdieron. Cuenta el explorador que al final del camino se topo con la efigie de una niña que sin mediar palabra, se avalanzó sobre él gritando, "María de la Ó, que desgraciadita gitana tu eres teníendolo tó", con bucles de oro y mirada satánica, repitiendo una y otra vez graciosos mohines, ramalazos de gitana rubia con manitas de plata que suben y bajan en fascinante armonía. Pude despistarla, me dijo el explorador apretándome la mano con fuerza, pero aún la oigo, sabes, aún canta aquí, decía con espumarajos de moribundo, señalándose la locura y el pelo revuelto, aún escucho "te quieres morir y hasta los ojitos los tienes moraos de tanto sufrir"

Y luego los hay que crecieron. De lo que me contaron pude deducir que hay un tipo que aparecía como niño cachondo que hace preguntas comprometedoras a gente famosa mientras las abuelas y los ejecutivos se rien escandalosamente. Al parecer el niño experimentó la evolución lógica en este tipo de casos. Pasó a ser del cachondo de la clase, al "amigocachondoconelquetepartes", el cachondo de la oficina y por último, el cuñado cachondo. Al parecer tuvo que exiliarse en esta isla porque la familia política intentó lincharle en una cena de navidad. Pobre chaval.

La niña que cantó la canción del verano y que tan graciosamente bailaba dando saltitos se hartó de continuar los bailes sobre una barra americana, con sus pechos de silicona por bandera y los gritos procaces de banda sonora,y se había venido a la isla a hacer topless, también aquí sin paparazzis.

El niño que tocaba el acordeón con precisión milimétrica ante millones de espectadores llegó después de una larga temporada en la carcel. Por lo visto le había incrustado un tenedor en el ojo a la Tía Ambrosia después de pedirle por vigésimo cuarta vez que interpretara Los Clavelitos.

El niño pera que sabía todas las respuestas y que miraba con suficiencia a los adultos que sabían infinitamente menos que él comprobó que eso, después de ser niño, ya no hace gracia, y que los mastodontes incultos, saber no sabrán una mierda, pero pegar, pegan de puta madre.

El niño de la serie familiar que repetía con gracejo irrepetible una frase que reproduciías las teléfonos móviles de medio país y que, una adolescencia de voz aguda y acné frondoso habían transformado en actor porno con problemas de impotencia.

El niño que explicaba palabras como coito o Bush, retorciéndose las manos con inocencia y candor"es cuando mamá se quita de encima a papá" , "es un señor feo que lee libros de niños y que cuando se tira pedos les caen bombas a los moros", había descubierto los diccionarios y había caido en una depresión que por poco acabó con él.

Y así muchos fantasmas, otrora ojitos derecho de la sociedad y hoy, unos y ceros de la inmensa masa de nadies del mundo mundial.

Cuando el mundo se atardecía, se juntaban todos en una cueva húmeda y oscura, y se calentaban
las manos y se abrasaban las entrañas quemando las fotos de los innombrables: padres, agentes, tutores, realizadores, y demás chusma que les arrastraron a a aquel señorío de las moscas. No había canciones, no había chistes, no había preguntas, no había respuestas. Solo el rumor de una hoguera y una curiosa letanía que el explorador creyó entender que decía "me cagó en Bertín Osborne".

viernes, 11 de julio de 2008

Coño-s

Un soltero es un hombre sin límites.

Un soltero es un dios que aún no ha elegido haren.

Un soltero es una polla insaciable con patas. Un puntero que señala las mujeres que quieren mambo.


O eso me decía yo por las mañanas mientras dejaba los calzoncillos en medio del salón sin que nadie me lo echase en cara (cierto es que por aquello de ser náufrago solitario tampoco me lo reprochaban antes, pero a mí me pareció un gesto que subrayaba mi virilidad)

Por eso dejé de enfocar la melancolía a la Isla de las Ausencias y me puse a buscar con la lujuria y un catalejo, si es que ambas cosas no son la misma, la Isla de las Concupiscencias y el Desenfreno.

Y estaba al lado. Al lado del lugar que mi corazón anhelaba encontré el espacio que mi verga prefería. O eso pensé. O mejor no pensé. Que hay cosas que nada tienen que ver con la cabeza, al menos con la visible.

Una isla de no te menees o de menéate de forma guarra y depravada. Una isla perfilada por un mar bravío, ingovernable, vibrante, cuajado de los brillos de mil soles dionisiacios. Unas playas amplias, de pálidas e insinuantes arenas, de dunas firmes y sedosas, de íntimos y sensuales recodos. Manantiales de aguas transparentes por todos lados, orlados de cascadas y nenúfares y antorchas y esencias de jazmín y suaves melodías de junco, peces, corales, mil colores, todos ellos intensos y refrecantes, afeites, y pequeñas sombras que no asustan que más bien acompañan. Y el olor de los manzanos, de las fresas, de las uvas, de los jugos que desprenden y reciben los cuerpos perfectamente acompasados. Hay ostras, hay percebes, hay esparragos, hay canela, hay ays sin dolor que se desprenden de labios permanentemente húmedos. Hay dos volcanes enhiestos, firmes, ni grandes ni pequeños sino exactos. Cobrizos. Dorados. Jugosos... esas cosas que la imaginacion alienta. Hay una cabellera de fuego que no cesa de moverse, de atraparte con su contoneo, con su lánguida manera de volar.

Por eso escribí y puse algo tan estúpido como estudias o trabajas, como ¿te vendrías al chinchorro conmigo? o como, no hace falta ir al cielo para ver ángeles. Cosas así. Solo se que me contesto con un escueto ven, que se escribe de la misma forma en que comienza Venus, con letras abiertas y escrito en carmín.

Y me puse a nadar con la polla de timón y de remo, con el frenesí del macho dominante que en lugar de pupilas tiene tetas. Solo que bastaron un par de docenas de brazadas para que la quilla se me rendiera y el ánimo se me congelara. Bastó un vistazo a la isla de las Ausencias para comprender lo rídiculo que puede resultar un hombre desnudo que nada sin rumbo. Y con el rabo entre las piernas regrese a Trachimbrod, a los desvelos y las miradas de cachorro. A seguir esperando.

Egoista, leí a los dos días. Ya no había Venus, tal vez si un rastro de Andrómedas y Ariadna. Miré mejor aquella isla que me volvió loco, con el mar en calma y los volcanes tapados, con una lluvia ligera, unas sombras que dan miedo y los peces tiritando. Manzanas podridas buscando tierra. Pájaros callados. Y una mujer en medio de la nada, con las rodillas abrazadas por las manos y el resto del cuerpo tembloroso. Y comprendí. Como buen gilipollas que soy no hice ninguna otra cosa que comprender...

Un tiempo. Un hombre cobarde. Una mujer sin sueños. Y la misma tristeza de siempre.

Coño

miércoles, 2 de julio de 2008

Polichinela

Hasta que volvieron los colores, traté de convencerme de lo bien que se está siendo soltero y enmudecí el pepito grillo cojonero que me decía que lo malo no era estar sólo, que lo malo era estar sin ella.

Me descorché una y dos botellas de ron y sonaron plop y plop en plan de fiesta. Igual era un presagio, igual una advertencia. Brindé por los tiempos futuros, pero si mala es la soledad por si misma peor aún resulta para los amantes del brindís. Me costó pero conseguí vaciarlas en mi gaznate. Detesto el alcohol caliente por mucho que los puristas no admitan otra cosa (por otro lado yo con un purista no me voy de copas, así que que mas da) y a pesar de que busqué por la isla, no encontré una máquina de hielos en plan metáfora del absurdo como en la Costa de los Mosquitos. Trachimbrod será rara, que lo es, pero tiene su lógica.

Borracho como una cuba (de ron, para ser precisos), me asomé a una charca de agua y de entre todos los reflejos que se me ofrecían, escogí el del tipo de la barba de treinta y cinco días y los ojos de treinta y cinco noches. Muy favorecido no resultaba la verdad y como una iluminación surgío de mi subconsciente la decisión de transformar mi condición autodestructiva en diversas manifestaciones de heterodestrucción. Vamos, como un tío cualquiera que va a un partido de futbol. Y es que habiendo tantas cosas que incendiar, para que voy a emprenderla con mi vida, me dije yo, no muy confiado.

Encontré olvidada sobre una palmera el hacha de un guerrero escoces del tiempo de William Wallace y cual si fuera la empolvada cabeza de un londinense, decapité las lindezas del bArgueño sobre el que escribí la mierda de libro esa. Cuando ya fue leña y no obra de arte derramé otra botella sobre las astillas y las incendié, usando por primera vez con maña la yesca y el pedernal. Que para calentarme el agua para un te, no, pero para imitar a Nerón soy de lo más espabilado.

Cuando ya no era obra de arte, cuando ya no era leña, cuando ya solo era fuego, me desnudé y bailé bajo las llamas de la luna (y sobre las llamas de la tierra) un macabra danza tribal que la decencia de los tiempos modernos había desterrado hacía mucho tiempo por degenerada y antisocial. Use el fuego para quemar más cosas, quizás traté de incinerarme a mí mismo, por brujo, por hereje y por gilipollas (no necesariamente por este orden), aborrecí de mi y del infierno (y también del Islam, en pleno frenesí), y grité al cielo que me respondió con un eco desolador. O eso creo. Cuando me desperté por la mañana el escritorio permanecía intacto, el hacha en el suelo y mi pie estaba sangrando, colgado como un puente después de un terremoto. Arreglé mis desarreglos como pude y ahora tengo la pata en alto y una resaca ingobernable. No sirvo como heterodestructor, coño, pensé, autodestructivo de nuevo y mucho más tranquilo.

El día que regresé a la charca de los reflejos, aplasté el mío con toda la saña que me permitió mi delicado estado (con la barba y los ojos del 36). Mi imagen se descompuso en millones de pequeños yos.

Tampoco sirvió de nada.

martes, 3 de junio de 2008

E-popeyas

Mientras jugaba a las riñas con Dulcinea, buscaba pasatiempos que contuvieran mis fantasmas. Posiblemente baldíos y de hoja caduca, pero siempre mejor que el pensamiento y la ventisca. Camina y piensa menos decía mi madre. Mantén la cabeza ocupada. Aleja los nubarrones. Mata el tiempo que se dice (mientras el tiempo se descojona y comenta por lo bajito, ya veremos quien mata a quién, chato).

No me gusta el deporte. La masturbación es perecedera. Y antes de desmadrarme con el alcohol, he decidido que voy a escribir una novela épica.

Colocada la espalda recta sobre una silla ergonómica. Encontrada la luz precisa, que ni es tenue ni es deslumbrante ni es directa ni es indirecta (que parece que la luz adecuada es la oscuridad con tanto requisito), todos los lápices erectos, los cartuchos de tinta alineados y los brazos apoyados sobre el rancio abolengo de un magnífico burgueño de mediados del siglo diecisiete(madera de roble y de haya, incrustaciones de nacar y compartimentos secretos que aún no descubrí) no tengo excusa para no escribirla...

"Sobre las colinas de Tyr, el sol refulgía sobre la bruñida coraza del héroe, erguido a lomos de un espléndido caballo gris...

...salvo el aburrimiento.

En una sola frase y lo mal que me ha caido el hombre este ese con aires de grandeza que comenzó de mozo de cuadras y sobre el que no hay que escribir muchas páginas para adivinar que llegará a ser Rey de Reyes y Salvador del Mundo. Apolíneo (tiene alguna cicatriz que lo único que le hace es resaltarle el atractivo) honesto, sagaz, valiente pero no temerario, severo ma non inflexible. De cuando en cuando rememora, no sin cierta melancolía, las moralejas de su padre, hombre sabio y cabal decapitado por la espada del Tirano o la mirada de su madre, mujer bella y silenciosa, a la que el mandoble del Tirano reservó otro destino, tan trágico como evidente.

El Héroe de pacotilla obtendrá cumplida venganza, como no podía ser de otra manera, cuando, en el momento en el que su muerte sea mucho más que cierta, aproveche un giro del destino (o debería decir escritor?) para atravesar con su espada mágica el oscuro corazón del tirano. Habrá conocido el sabor de muchas mujeres entre tanto, pero solo una de ellas, casta y modosa (o temeraria y respondona, nunca una mezcla) será su amada, la que presida las noches de luna y soledad. Inevitablemente la rescatará de la muerte y reinará sobre un mundo, que a punto de ser destruido, abrirá sus brazos a la esperanza que aquel dios encarnado les enseña.

No, no y no. No cuentes conmigo zagal, no seré yo quien lo permita...

Y sin embargo podría rebelarme contra todo eso y buscar otra historia, una más humana, de un Héroe que no lo es, pero que solo el lo sabe, ahogado por la sangre de sus enemigos y por su propia hiel, enamorado del Tirano quizás. Una reinona que sólo desnuda a las damas para despojarlas de sus enaguas y poderse vestirse con ellas las noches de luna llena en busca hombres lobo, cargado de dudas y sin una puta certeza que llevarse a la boca, como todos pero mejor espadachín.

"El corcel se encabritó y consiguió zafarse de la carga que tanto tiempo llevaba atormentándole los lomos. No miró atras mientras relinchaba burlón

El héroe cayó rodando por las faldas de alas colinas de Tyr. Queda sobre el camino polvoriento una armadura herrumbrosa. Justo antes de morir, el héroe no puede dejar de experimentar cierta sensación de extrañeza ante un final tan tonto. Yo juraría que el oráculo me dijo que el mundo se rendiría a mis pies, pensó, ya indiferente a eso y a lo demás.

Jodidos dioses, suspiro de epitafio"

Y es que a mí, como puede comprobarse, a mí, al igual que al resto de Creadores, lo de arreglar mis propios desaguisados, me da bastante pereza.

Tal vez, malditos

Pido disculpas por comerme la cronología. Entre medias pasaron más cosas. Alguna incluso que he borrado y que volveré a poner. Escribí una novela épica y corta. Declaré el estado de sitio sobre mi isla e incluso me fijé en otras colinas exuberantes.

Pero llegó su botella y arrastró todos los colores tras de sí. Incluso llegaron los verdes que tanto detesto, tan bonitos esa tarde por otro lado. Me volvieron la sangre y los suspiros. Enardecido leí
"Lo siento. Te añoro". Ponías.

Lo siento dices y yo no encuentro nada que perdonarte. Si algún día un rencor se hace más importante que tu, ese día habré muerto. Sin testamentos que valgan para aplacar a mis remordimientos. Incesantes ellos. Incesantes todos.

Pero conmigo no puedo y no supe como decírtelo.

Lo siento dices y yo lo repetiría mil veces para mí y un numero incontable de otros tantos para que tu lo escuches. Lo siento, lo siento, lo siento. Dichosas palabras.

Lo siento, me dices, cuando yo reventaría este papel de mierda que no sabe decir lo que de verdad hay que decir, que lo reventaría a cuchilladas en el alma, en el corazón y en los pies fríos y en la vista cansada y en el alma que tiembla como un eco de una palabra triste. Que tiembla. Embla. Bla, bla, bla

Lo siento me dices y yo quiero ahogar ese siento que me cuentas y cubrirlo con millones de oceanos para que tal palabra no vuelva a salir de tus labios, por que yo no puedo sentirlo más, porque juro que merezco veintisiete infiernos de dante y otros tantos de cristianos, por no haberte sabido dar el mundo o algo más pequeño siempre que tu lo desees, por no haberte jurado el universo, por haberme olvidado de tí de mí y de todo lo demás. Por ser sólo yo y no un panteón, una brocha, una manta.

Un día, un día te hice llorar y mis dedos fueron tan cobardes que no secaron tus lágrimas y mis labios fueron tan canallas que no se bebieron tu miedo. Y tu un día, mirando un televisor (que aún no hemos compartido), sufriste y yo, un día, mirando una televisor, no hice nada. Lo más jodido es que probablemente aqul televisor estuviera apagado. Me convertí en lo que no hice. Una nada fatua y ridícula. Un náufrago de mierda que no sabe como salir de aquí, ni como consolarte las entrañas, mi vida.

Lo siento lo siento y lo siento y no puedo dejar de sentirlo y no se ni siquiera cual de todas las cosas siento mas, ni sabría precisar cuales son, en que consisten, cuando empezaron. Siento no acompañar tus soledades perpetuas más frías que cualquier nieve del norte. Siento no poder dibujar tus sueños con mis manos inválidas. Siento los fantasmas a los que no asusté. Siento que aquel día, que aún no llegó, el arroz se me quedó duro y tu tuviste frío.

Y me rellenaría de arena y explotaría para siempre y desperdigado por el mundo te esperaría, mediaría con Dios, disfrutaría el infierno, con tal de que no te falte felicidad y comida, ni futuro, ni ilusiones, ni cuentos. Porque me gustaría que en esta isla o en otra, o en un continente más grande en el que yo no esté pero tu si, este lo siento sirva de puente para un instante de felicidad suprema, esa que los hijos de puta de los dioses se empeñan en negarnos, vengándose de algo rancio y oscuro, tal vez que ellos nunca dicen lo siento. Se sienten culpables. Tal vez, malditos

Y juro que respeto tu derecho a sentirte de la misma forma, puesto que al fin y al cabo estamos hechos de las mismas costillas. Y que muérase porque ya está muerto quién no sepa ver el dolor que habita en todos. Muérase porque ya esta muerto el que solo sabe el sabor de su dolor propio. Recibamos todos la primera piedra del primer pecado que no supimos resolver. Luevo vinieron los demás y este fango del que nos cuesta tanto salir. Pero solo yo, permíteme la soberbia, tiene motivos. Tu tienes todo lo demás, que no es poco.

Y lo siento porque me siento frío y doy frío por que tu me traes los colores y yo solo huelo a blanco y negro. Por que "mi vida y mi dulzura" y todos los tópicos del mundo no sirven. Porque no es lo mismo. Porque no se como decirlo.

Que me traes los colores, sirena, pero no es suficiente.

Acabarás por pensar que es literatura, barata, cara o de miga de pan, pero literatura, pensarías. Y lo que me pasa y me mortifica es que yo vivo envuelto en realismos sociales, sirena. Porque la mayor mierda de vivir es que nada es suficiente, ni siquiera la muerte. Porque sentirse culpable no sirve más que para inicar un círculo de culpas. Porque no se donde coño puse las indicaciones del servicio técnico para arreglar nada. Porque soy una maraña de contradicciones que no cesan. Que no cesan, cariño. Que no cesan, náufrago.

Me alegro de que hayas vuelto, quizás sea la forma.... solo que no lo es




Y supongo que nos volvimos a querer desde aquella botella. Mellados. Desportillados. Inconsolablemente humanos.

lunes, 26 de mayo de 2008

Disparates

No se muy bien por qué discutimos. Creo que yo dije que no podría salir con una persona que trabajase en la la reflexología podal. Creo que ella dijo que las gaviotas no pueden pensar en nada porque son gaviotas. La razón no esta clara, nunca lo está. La verdad (maldito nombre) es que en los cuentos de hadas suele haber un primer beso y una primera caricia pudorosamente vestidos y que en los cuentos de los hombres siempre hay una primera duda (terriblemente desnuda) que te susurra en el oído (y te corroe los tímpanos) que la persona de la que creiste enamorarte no existe. Nadie te miente mejor que tu mismo. En ese momento el blanco y el negro se apoderan de tí y solo te vale el color opuesto.


El caso es que todo eso lo pensé después. En ese momento de mi cabeza solo salía, como puedes ser tan hija de puta y pensar otras cosas, siento tan fácil pensar como yo pienso. Por hache o por b cuando abrí su botella y leí “no vuelvas” no dude en responderle “no regreses”. Nada en el mundo se creo más cruel que aquellas eses mías, doblemente implacables por el hecho de ser pares, oscilando la erre como un cuchillo obseso y encrespados los angulos de la ene para no dar pie a reconciliaciones. La o dejó de ser círculo para convertirse en un final y borré apresuradamente la lágrima que emborronaba la g.


Alimentado el orgullo, mi vida se murió de hambre.


Cuando el mar arrastró mi botella, el mar y la botella dejaron de existir, y yo, me senté, incapaz de soportarme de pie y con el único problema de que tampoco me soportaba sentado. No se donde me dejé los colores, pero allí no se quedó ninguno, ni tampoco viento o el volcán, ni los restos de naufragios ni otras mierdas sin importancia que hasta hacía tres minutos se habían empeñado en existir. Ni llorar como un cobarde supe. Sentado e inservible, Trachimbrod se olvidó de los mapas y yo me olvidé de Trachimbrod.

…vivo atrapado en una soledad blanquecina y lechosa que no huele ni sabe a nada, en la que no floto ni me hundo, en la que no hay peligro ni salvación….

Fue lo que escribí en la arena de la playa.

Nunca se lo dije y el viento se ocupó de olvidarlo

lunes, 19 de mayo de 2008

Adán

Alguien envío una botella, escrita con sangre, poblada signos toscos que significan más o menos lo que a continuación digo. No se de donde proceden. No quedan palabras que me revelen la isla que las pronunció.....



Yo, negro, nací en el corazón de la jungla que aulla, entre hombres intrépidos y mujeres valientes, sabios ancianos y niños de dientes brillantes. Yo, negro, nací en una tribu que venerabaa sus antepasados, a los dioses, y a la madre selva que abraza y que estrangula según su capricho. Yo, negro, no pensé ni en la vida ni en la muerte, solo en un principio sin final, mecido por los sonidos de las aves, atento a las criaturas sin cuerpo que rondaban las noches. Mis noches.

Yo, negro, bebí de las bocas sin dientes de los ancianos y de las lenguas del fuego de las hogueras, historias de guerreros y de monstruos, de mujeres bellas y de dioses caidos. Yo reí con los cuentos del hombre de una sola pata y con los del leopardo sin rabo y temblé como un mono mojado cuando me hablaron de la sombra sin alma que acecha las noches. Mis noches.

Yo, negro, aprendí sin que nadie me lo enseñara, los tres secretos del mundo: los pechos de mi madre, los ojos de mi padre, el tamtam de los abismos. Y fui feliz durante un tiempo que no supe medir.

Yo negro fuí el primero que vi a los demonios pálidos sobre el río, subidos encima de una piragua enorme y mágica, que remontaba la corriente sin que nadie ni nada la impulsara, salvo un jadeo, un pequeño estertor, un ritmo constante, una amenaza. Nunca contemplé un vacio mayor que el de aquellas pupilas sin sangre, que miraban más allá de mí, de los árboles primigenios de las chozas y de mi pueblo y pensé que las sombras sin alma son más blancas que le carne de un coco. Los ancianos no me creyeron cuando les dije que el mundo se acababa. No creyeron en los nuevos demonios, tan acostumbrados a los de siempre. Terribles. Cotidianos. Inofensivos.

Yo, negro, la noche en la que la cuarta luna se volvió invisible, tomé entre mis brazos al Alma De Mi Vida y juré cuidarle por el resto de los tiempos. Ella, dos noches más tarde, arregladas cuentas y dotes entre padres, bendecidos por las ancianas, me susurró su nombre secreto, aquel que sólo el marido y la madre conocen y yo, derramando lágrimas de sangre desde mis mejillas cercenadas, prometí guardarlo bajo la tierra y hacerlo germinar para honrarlo como merecía.

Yo, negro, volví a ver a los demonios pálidos más veces. Contemplé como devoraban la selva poco a poco y cuando la Luz De Mis Ojos vino al mundo, ya merodeaban demasiado cerca del poblado. Los ancianos por fín compremdieron y la última noche en la que contaron historias, las hogueras iluminaron el miedo de sus ojos.

Yo, negro, lloré en silencio la mañana en la que los demonios pálidos y sus varitas de fuego destruyeron mi mundo y acabaron con mi gente, con mis ancestros y con mi jungla, con mis dioses y mi vida. Vi como mataban a los ancianos y terminaban los cuentos de media luz. Vi la muerte de las ancianas y de los casamientos que ellas arreglaban con la sabiduría de la tierra. Ví caer a los guerreros más valientes, lánguidas las lanzas derramadas de sus manos abiertas, perforados los vientres de las mujeres más hermosas. Cuando llegaron aquellos monstruos de dientes de acero y comenzaron a masticar mi aldea no lo soporté más. Fui la vergüenza de mis antepasados al agachar la la cabeza y me huir sin luchar, con el Alma de mi Vida en una mano y con La Luz de mis Ojos cogida del otro brazo.

Yo, negro, al mando de una piragua de hombres, hecha de mimbres y de tiempo, movida por brazo de un hombre adulto y no por los hedores del infierno, recorrí mundos de locura que no quiero recordar ni describir aquí. Recuerdo que un día llegué a esta isla, infinitamente cansado. El Alma De Mi Vida y la Luz de Mis Ojos no llegaron conmigo. Se durmieron por el camino y yo enterré su.s nombres y lloré por última vez en mi vida. Desalmado y Ciego, quise dormir para siempre

Yo, negro, único poblador de un mundo rodeado de agua, juro que seré la perdición de los demonios pálidos pues al igual que la vida se me murió el miedo y bastará con mirarles para arrancarles el corazón. Juro que lo devoraré mientras palpita entre mis dientes para que se una al canto helado de El Alma de Mi Vida, de la Luz de Mis Ojos, de mis padres y de las historias del fuego, de una tioerra que apenas recuerdo a que huele. Juro que mi grito alcanzará la luna y la volverá tan oscura como piel, pero no tanto como mi alma.

Para siempre y para los restos, yo, negro, lo juro.

lunes, 12 de mayo de 2008

Eva

Hoy, por fin se que hubo una Isla Primera. No creo que eso le conceda una mayor importancia que al resto. Ser el primero es estar necesariamente solo durante un rato más o menos largo. Hoy por hoy nadie se acuerda ni de como era ni si se llamaba de alguna forma especial. Yo, como homenaje le voy a llamar Eva, pero solo porque a veces me da por ponerme bíblico y digo cosas como que "al principio todo era tierra y una mujer la habitaba". Lo siento por los hinchas del Génesis, pero así son las cosas y no son como nos los contaron. Los porqués y los cómos, se han perdido en el tiempo, y bastante es que pueda jurar sin miedo a cagarla que "al principio todo era tierra y una mujer la habitaba".

Conocer no es entender. Si a mi me hubieran dicho esto cuando yo era una persona corriente (con sus cervezas y sus trabajos de oficina, sus sucursales tan antropófagas como bancarias, sus comedores sociales repletos de individuos, las charlas a media voz, los polvos ocasionales, el ruido de palomitas y/o gemidos en salas oscuras, los baños con huellas de cocainómanos) me hubiera parecido absurdo. Tanta tierra y tan poca gente. Pero ahora soy náufrago y la mirada cambia. Y todo lo extraño resulta cotidiano y hasta aburrido. Y como náufrago de mar entiendo que aquella mujer, náufraga de tierra, se aburriera. Y si te aburres piensas. Y si piensas llegas a conclusiones terribles...




Y así tu blusa preferida reluciente quedará abandonada en el rincón de tu armario y algún tiempo despúes la mirarás con asco o con pena y pensarás como coño me ponía yo esto y harás trapos con ella y limpiarás el polvo, polvo eres y el polvo limpiarás, que hoy tengo un día bíblico y todo me sirve para contarme. Y eso te lleva a pensar que claro que las cosas que pasan no vuelven. Lo de que el río en el que te bañas nunca es el mismo río, pero en versión fashion victim.


Y si llegas a conclusiones terribles, lloras, o al menos aquella mujer lo hizo. Sin aspavientos ni convulsiones ni hipos. Lágrimas suaves, que no tenían otra compañía salvo la de ellas mismas, y que se deslizaron hasta sus pies donde se fueron acumulando sin prisa. Y siendo la mujer grande y su tristeza aún mayor, donde se mojó la tierra se formó un charco y luego un estanque, un lago, y luego el mar y más tarde (mucho más tarde) el oceano (que por eso es así de melancólico y de salado). La amenaza de convertirse en balsa, o en barco o en isla errante (que también las hay) desapareció puesto que ella, por muy distraida y desgraciada que fuera, había nacido en tierra, en una tiierra infinita, interminable, que ahora tenía fin y término y a ella se quedó unida, por costumbre y por un laberinto de millones de raíces lánguidas que entre tanta humedad habían prosperado.

Donde hubo tierras elevadas quedó el rastro del antiguo mundo. Las tierras sumergidas, solo las conocen los dioses que las idearon y la Primera Isla que las transitó, pero todos ellos olvidaron las palabras y nadie puede contarlo ya. Todos han sido olvidados y todos lo seremos, arrastrados por ese río infinito que nunca será el mismo.



Nota: Casi prefiero cuando me pongo bíblico. Por lo menos no me entran ganas de suicidarme

martes, 6 de mayo de 2008

Miedo

Habrá quién se pregunte ...

-siempre habrá un quién decía mi madre. siempre habrá un como, decía mi padre, debía ser por eso que se entendían tan divínamente -

... que si tanto es el amor por qué es tan poca la valentía.

Sería una buena pregunta. Impertinente si, pero las buenas preguntas deben de serlo un poco o al menos eso creo. El problema es si existe una buena respuesta para cada buena pregunta. Cuando el paraiso se adivina tan cerca unos cuantos millones de litros no debería de ser más que un charco. Si hay que flotar se flota, si hay que nadar se nada e incluso volar es posible en estos casos.

Pero hay muchas cosas. Están las dos aletas de tiburón que en venganza de tanta sopa patrullan nuestros espacios. Luego están las pirañas a las que las tripas les rugen terriblemente por las mañanas y por las noches y también algunas tardes famélicas. Las anguilas eléctricas, las carabelas portuguesas, las orcas jasdeputa, los delfines asesinos, las barracudas, las morenas, las rubias, las hijas del pueblo de Madrid, por no hablar de los kraken o de las sirenas (que no nereidas, que no guapas, que no cantan bien). Y luego están las sombras de la luz sobre las aguas. Y mi proverbial torpeza construyendo barcas. Y el miedo a ahogarse. Los remolinos. Las corrientes. Que el agua está fría, que no me traje bañador, que hace tiempo que no nado, que si lo de mi reuma.

Y si llega un día que me levanto especialmente temerario y me lanzo hacia el horizonte, con poderosa brazada y el ánimo inexpugnable, llega el mayor de los terrores a desalentarme. La Tortuga Feroz es vieja y sabia y agota sus últimos atardeceres, ya sin dentadura, sobre la última roca de la Isla de Trachimbrod. Mira como nado pausadamente. No mata, no hechiza, no canta, sólo pregunta y eso acojona más que ninguna otra cosa.

vas a ir así?

estas seguro de todo?

y si ella no...?

y si tu si...?

Y asi se me van las fuerzas y poco a poco mi ritmo decrece, hasta que me detengo. No es que me haya alejado demasiado. Incluso puedo seguir viendo a la Tortuga que me sigue mirando sin nada mejor que hacer aparentemente. El mar es enorme y el viento nunca cesa. He de volver por donde vine para no ahogarme, para no ser devorado por los tuburones, para no oir los cantos de las sirenas, mientras la Tortuga Feroz rie bajito.

Si yo le hablo de venirse, ella me habla de no se qué Sardina Terrible.

Creo que es prima hermana de la puta Tortuga

jueves, 24 de abril de 2008

Botellotecas

En algunos sitios lo llaman Objetos Perdidos y en otros, Lo Mismo, pero en otro idioma. En esta extraña isla, en la que cada vez tengo la sensación de vivir menos y de soñar más, no se como llamarlo. Pero al final lo llamo....

Sucedió mientras buceaba. Estaba yo pensando en que debajo del mar habitan las formas exactas del silencio, en que allí los colores se disfrazan de otros colores, en lo grande que es, en lo oscuro que está, y pensaba en ello de una forma tan profunda (nunca mejor dicho), que noté como me ahogaba poco a poco, lastrado por el peso de tribulaciones tan hondas (nunca mejor dicho de nuevo). Y mientras me moría y pensaba en lo estúpida que podía resultar esa forma de morirse, el destello de un algo tan brillante como oportuno, me hizo sacudirme las estupideces y nadar hacia allí. La curiosidad que mató al gato, a mí me salvó la vida, fíjate tu.

Decía que, en algunos sitios lo llaman Objetos Perdidos. En otros, Lo Mismo, pero en otro idioma, y yo pensé llamarlo Botelloteca, por aquello de no ser menos. Centenares de miles de millones de botellas, de toda raza, estracción social y marca, se disponían perfectamente apiladas ante mis ojos y a cada instante que transcurría, otras botellas, llegadas desde el fondo y desde la superficie, desde lo oscuro y desde mas allá, se posaban suávemente junto a sus compañeras y allí se quedaban, quietas y calladitas. El mar, olvida, pero no destruye, dicen los que le conocen de cerca.


Cogí cuatro o cinco de ellas, las que más cerca me quedaban y subí a la superficie (no sonó ninguna alarma), por aquello de despertarme si es que había estado dormido o de coger aire si es que hubiera estado despierto. Por supuesto que llevaban mensaje, por supuesto que los leí y juzgué a los interlocutores y opiné sobre ellos en voz alta. Y por supuesto que luego me quedé triste.

1. Tengo en mis manos el secreto del universo y no deja de derretirse. Urge venir a rescatarme.

2. El ejército andorrano se rearma. STOP. Planes de conquista en marcha. STOP. Todos me vigilan. FIN

3. Cari, cuando acabes de currar, pasate por el super y traete cebollitas francesas y salami. No tardes. No te olvides.

4. Hoy, solo tu y solo yo. Sin sombras... (escrito con carmín - a veces le doy besos al papel, para recordar-)

5. Cada vez que bajo del tren, veo un coche que espera. Bueno, en realidad y para ser exactos, es el hombre que está dentro el que parece que está esperando. El hombre está gordo, que no fuerte. El coche es azulón, que no azulado. Durante un tiempo le di un voto de confianza y pensé que esperaba a alguien que venía en el siguiente tren. Pero dado lo flexible de mis horarios y lo permanente de su presencia, se que o el hombre o el coche, están locos. El Angel que Habla me dice que yo no soy nadie para decir tal cosa. Que lo único que hacen es esperar y que resulta menos tragico esperar lo que nunca llega que no llegar a esperar nada.

Estoy cansado del Angel que Habla. Echo de menos al Demonio Callado.

jueves, 17 de abril de 2008

Emilias (pero diferentes...)

Nada más naufragar en la isla de las Abuelas, te alcanza el olor de los pestiños y de las torrijas, la boca se convierte en torrente y el estómago, en remolino. En la isla de las abuelas habitan mujeres de ojos glaucos, siempre húmedos y algo sonrojados por los párpados, cabellos canosos, faldas luengas, medias de lana asomando por debajo de un mandil, o faltriquera, o ropa de semana que diría la mía.

En contra de los rumores que corren, las Abuelas no parece que sean caníbales. Por contra procuran ser la mar de hospitalarias y regañan unas con otras para decidir a quién corresponde la suerte de oficiar de anfitriona esa mañana. La vencedora acompaña al invitado a su morada seguida de las miradas tristes (a veces rencoradas) de sus compatriotas y le enseña la casa. Cada rincón es un prodigio de pulcritud. Cada objeto es el cuento de mil vidas (abuelas de abuelas de abuelas de abuelas). Los ojos cada vez más humedos. Los párpados cada vez más rojos.

Cualquier abuela que se precia te mira mientras comes y estira a cada rato del delantal, nerviosa. Se levanta cinco o diez veces para seguir trayendo comida y más comida. Solo dice (si es que dice algo). ¿Está bueno hijo?. Qué gusto da tener hambre, hijo. ¿Quieres algo más, hijo?. Y otra vez, ¿está bueno hijo? y entre medias palabras pequeñas que se pierden en su boca. Si tu le dices que si, le das a la vida a sus mejillas, que se sonrojan y se sonríen como en aquellos otros tiempos que a veces olvidan. Luego, ya la cocina recogida y las faldas de la mesa sobre sus piernas, se trasponen un poco mientras recuerdan y ahora eres tu quien callas, quien miras, quien sonries, quién dejas que los párpados caigan. Huele a café y a sol en la cocina dormida.

La Orquesta Filarmónica de la Isla interpreta en las aceras por las tardes la sinfonía de las escobas. En Do Mayor. Las Abuelas entonan los coros en medio de susurros, tarareando áreas de ópera y de galanes. Cuando se ponen tontinas, sacan a paseo las tonadas de campos voraces, de hombres sudados, de honras robadas y todas ríen a su manera discreta, guardando el pecado entre las manos, las menos.

Despúes, con el olor de las cazuelas en los mechones y en las mejillas, con las manos desolladas y algún que otro ay en las piernas, sacan a la plaza una silla desvencijada y justo debajo de las estrellas, celebran aquelarres de esparto y le encuentran sentido a las cosas. A veces ríen, y otras, suspiran demonios. Cuando se recogen se llevan la niebla en sus ojos.

Todas las noches antes de decir lo de cuerpo descansado dinero vale y ponerse camisones picantes (porque pican, no por otra cosa), con una manta de punto que ellas mismas tejieron cubren las laderas de su volcán para que no les coja frío y en la fuente de la plaza dejan a remojar sus dientes que aguardan pacientes otro día. Cuando sus dueñas no pasan a recogerlos, son las campanas de la Iglesia las que castañetean en su lugar.

Pocas veces se habla de los abuelos, los unos porque no llegaron, los otros porque no estuvieron. Las abuelas temen que de los ojos le salgan ríos y les da tanto miedo ahogarse como que se les sequen. Por la mañana, ya los ojos son escarcha y como la escarcha se deshacen. Antes de que el sol regrese, ya huele a pestiños y a torrijas en las casas de las abuelas.

miércoles, 9 de abril de 2008

Proclamación

Hemos redactado entre los dos un Testamento. O una Declaración.

Conscientes de que la vida es una concatenación de azares que un día te colocan en un lado y al día siguiente te descolocan de cualquier sitio, pensamos que sólo sobre la muerte se puede suscribir un compromiso sin miedo a olvidarlo o a traicionarlo.

Uno ha escrito el texto y el otro lo ha corregido, pero no recuerdo quién hizo cada cosa. Incluyo las correcciones entre paréntesis para distinguirlas del texto legal, porque creo que, por mucho que el Notario sólo firme lo primero, sin lo segundo no tiene demasiado sentido. Al menos no mientras no se establezcan unas tarifas para las notas simples que puedan emitirse respecto de los sentimientos de cada cual.



Por la presente botella

(yo creo que añadir botella le resta solemnidad a la declaración, pero bueno, como tu veas),

Ella y él...

(y viceversa)

Náufrago y Náufraga para más señas...

(y viceversa otra vez)

amantes y amados ...

(y amados y amantes. Yo creo que deberías de empezar ya)

adquieren el compromiso ineludible...

(uno que va desde lo microscopico a lo universal, pasando por lo anodino y lo importante)

de que si por lo que fuera alguno de los dos consintiera en morirse...

(a veces pasa, mi vida, incluso los marqueses se mueren alguna vez que otra, o eso dicen)

aquel que le sobreviviera...

(podrías llamarle de otra forma: tu, yo, el que no descansa, el insomne, el errante)

adquirirá el compromiso ineludible...

(y trágico)

de organizar las exequias del difunto...

(o difunta)

conforme al siguiente ritual.

(ole)

Se escogerá un día de cielos despejados...

(malo será morirse en Escocia, entonces)

y justo al atardecer...

(cuando las nubes se ruboricen, cuando ya no quepan más colores que descubrir)

en medio de la playa...

(en medio de un mundo ya para siempre muerto)

se depositará el cuerpo del finado...

(se enterrarán las ganas y los afanes)

y se dejará caer lentamente en el interior de un hoyo exacavado para la ocasión

(pero antes te daré un beso con los labios ardientes para que los tuyos se calienten un poco. te cogeré tu mano con la mía abrasada para que no se te queden frías allí abajo, tan abajo)

Luego, una vez rellenado el hueco,

(que ya no estara hueco)

el superviviente se tumbará justo encima y se dejará hundir hacia el fondo...

(hacia tí, hacia todo. Suavemente y sin barro).

Y nunca confesaremos

(nunca, nunca)

si allí abajo

(o allí arriba)

viven los muertos o mueren los vivos

(¿?)

pues no queremos que nadie interrumpa nuestra eternidad.

(que estupendo que te pones a veces, mi vida)


Firmado: La Náufraga. El Náufrago.

(y viceversa de nuevo)

lunes, 7 de abril de 2008

Contratos

Transcurrida la cuarentena consiguiente a toda primera impresión, me reconozco totalmente perdido y enamorado de la Náugraga de la Isla y como tal, le envío una botella que no puede decir una cosa distinta que.....


Tu me has enseñado la luz.


Que descubre el perfil de las cosas.

Que ahuyenta el rostro más enfermizo de la soledad.

Que se regodea en la imagen de tus universos desvestidos.

Que me dice donde esta el norte, donde cae la Osa Mayor, donde quiero estar.

Que me calienta las arrugas y me deshace los miedos.


Y ella me envía una botella que no puede evitar responder......


Tu me has enseñado la oscuridad.


Que nos guarda de los monstruos y de las angustias.

Que esconde nuestro lecho de las miradas culpables

Que nos enseña la última palabra de los cometas

Que me permite sorprenderte cuando te robo besos

Que no nos engaña con las apariencias. Solos tu y yo, infinitamente oscuros.


Y así dejamos pasar el rato a falta de sexo. No digo yo que no eche en falta arrancarle ropa a tirones y decirle insentaces mientras le miro fijamente a los pezones, pero a falta de pan buenas son tortas que diría mi madre. Mi padre me decía que solo permanece lo que queda por escrito (era contable). No se si se refería esto, pero imagino que estaría orgulloso. Quede pues sellado lo que en su momento fue escrito Palabra de alcohol...

lunes, 31 de marzo de 2008

Mancias

Se que es la Isla del Adivino porque en su cielo no hay estrellas si no presagios. Porque los animales dejan al aire sus entrañas para no tener que morir. Porque las aves nacen sabiendo como moldear el destino con su vuelo. Las caras de los dados son calaveras. Solo se puede jugar al poker con cartas de Tarot.

El día en que el Adivino, mientras tomaba un cafelito de buena mañana (con sus tostadas de manteca y su carajillo a punto de nieve), leyó en los posos del maldito café que la Bruja de sus amores le iba a dejar por el oráculo de Delfos, me envío en una botella el siguiente horóscopo.


Aries: La persona a quién deseas por fin te dirá lo que hace tanto tiempo que sabes. Que no le importas lo mas mínimo. Que eres como su herman@. Que no se acostaría contigo ni harto de vino.

Tauro: Ufffff. Jodido. Muy jodido

Géminis: Yo que tu no saldría a la calle por un tiempo. El que avisa no es traidor.

Cáncer: Igual te toca algo en la lotería, pero no lo sucifiente como para saldar las deudas con el prestamista cachas que te lleva llamando un mes. Es lo que tiene ser ludópata. Que pasan estas cosas.

Leo: Malos tiempos para la lírica. Ves como tu padre tenía razón cuando te dijo que lo de ser artista no lleva a ningún sitio?. Ahora, sin techo para vivir te arrepientes. Pero ya es tarde.... Intenta no dormir a la vera de los ríos por un tiempo, anda

Virgo: Te revientas la espinilla contra un bolardo. En lo que maldices te caga una gaviota descompuesta. En lo que gritas, te tropiezas y vas a parar bajo las ruedas de un quitanieves (y eso que es agosto). No mueres no, pero solo podrás comer cocido con pajita. En el hilo musical del hospital solo tienen a Bisbal y Reaggeton

Libra: Efectivamente el dolor de cabeza ese que tienes no es normal. No malgastes tu tiempo en ir al médico y aprovéchalo para irte despidiendo de tus familiares. Siento que no puedas leer el horóscopo de la semana que viene.

Escorpio: Tu pareja te engaña. Te engaña mucho. Si naciste en el segundo tramo del signo, te engaña muchísimo. Con tu mejor amig@. Con el equipo de futbol del barrio. Con toda su clase de aerobic.... eso si, al menos hasta la semana que viene, no tiene pensado dejarte.

Sagitario: Si solo fuera que te fueran a despedir del trabajo, no sería tan malo. El problema es esa acusación de desfalco que van a formular contra tí. No se si eres inocente, eso tendrá que decidirlo el juez, pero vete buscando un buen abogado por si las moscas.

Capricornio: Joder. Mejor ni te lo digo. Suerte.

Acuario: Mira que es mala pata que se te haya incendiado la casa antes de que contrates el seguro. Si no fumaras en la cama, no pasarían estas cosas. Lo que no tengo claro es si tendrás que asumir los daños y perjuicios ocasionados en el resto de los pisos. Eso ya no lo se.

Piscis: Mira que es mala suerte que el pibe con el que te vas a estrellar con el coche sea inspector de hacienda. Tu coche siniestro, el suyo intacto, pero tu te has puesto muy gallito y el tiene muy buena memoria (y muy mala leche). Es posible que se acueste con tu pareja. No me queda claro.

Cancer: Si no sales de casa, un Airbus 360 se estrellará en tu azotea. Si sales, será un meteorito. Si estas en el campo, un rayo. En cualquier caso no creo que sufras demasiado, míralo por el lado bueno.

jueves, 27 de marzo de 2008

Escalofríos

La Isla Sin Dios no queda lejos de Trachimbrod.

Es un peñasco ermitaño. Un erial en el que se desparraman sin sentido trozos polvorientos de roca y matorrales cuajados de espinas.

Es la tierra en la que el viento no cesa. La mitad del año es temporada de huracanes; el resto lo es de tifones.

Despues de la tempestad, el sol calcina la calma. En cuanto el temporal se lo permite, se abate implacable sobre el lugar sin sombra y no deja supervivientes. No existen oasis, ni pozas de agua fresca. El suelo de la isla es sulfuroso y las aguas se tiñen de un amarillo ceruleo que abrasa las gargantas, los intestinos y las conciencias.

El volcán no deja de derramar fuego sobre la tierra enferma. Por todos lados se multiplican unas hongos azulados que devoran criaturas deformes y por las noches de luna nueva hay sombras aberrantes que bailan extrañas danzas.

No existe ojo del huracán, ni cabaña del guardabosques ni refugio de montaña. Todo es dolor. No existe la belleza en la isla sin Dios, al parecer.

Los dos humanoides que malviven en la isla le tienen miedo a la noche al día, al volcán y a las nubes, y algunas tardes aullan como lobos preguntando por sus pecados. Dios no les responde claro. No está en esa isla.

Y sin embargo se cogen de la mano y van desnudos y no tienen frío.

No miro mucho.

Me dan escalofríos. Me dan ganas de....

viernes, 21 de marzo de 2008

Las islas invisibles

A veces me olvido de Trachimbrod. Es imprescindible que siga describiendo sus perfiles para que no desaparezca. Las islas calladas son islas que se olvidan, islas deperdiciadas. Islas que no sólo murieron sino que jamás llegaron a nacer.

Tiene Trachimbrod un pueblo de nombre Penta al que para llegar es imprescindible no querer hacerlo. Se encuentra si no lo buscas. Lo ves si no lo miras. Carece de otro espacio definido que el de la casualidad. Así, a veces interrumpe la espesura de la selva, en ocasiones desafía los equilibrios al borde las acantilados y cuando apetece de serenidad, se ubica en la arena de la playa o se esconde en lo más profundo del volcán. Penta no existe, no permanece. Penta está.

Sin embargo no es dificil distinguirlo cuando se complace en recibirte. Apenas son cinco casas, de apariencia cúbica y grandes azoteas, cornisas rectilineas, tan nítidas como su palidez de cal viva, con diminutas y negrísimas ventanas por las que apenas cabe un ojo, ideales para tuertos. Idénticas las unas a las otras. Dejan un espacio entre ellas en el que se construyó una plaza de silueta pentagonal y piso empedrado, en cuyo centro se erije la estatua de una mano cuyos 5 dedos señalan al cielo que no llegan a tocar. Según el día avanza, la sombra de la mano acaricia los dinteles de las casas. Por cosas como esa resulta dificil sentirse forastero en Penta.

A pesar de que las casas parecen vacías, los odres siempre están llenos de agua fresca o de vinos suaves y espaciados y en los días fríos, no falta fuego en las chimeneas ni leña en el cobertizo. Si dejas de escuchar podrás oir el sonido de una cerrilla que se enciende en la cocina, el croar de los platos en el salón, el agua que corre en el baño, las voces que jadean en el dormitorio. No es pues Penta un pueblo fantasma. Los pueblos fantasmas se derrumban de soledad y no desafían al sol en resplandores. Es sólo que sus habitantes decidieron existir de otra manera y solo en la penumbra y en lo incierto podemos vislumbrar los ecos que dejan tras de sí.

Además, nunca olvidan sus buenos modales y siempre que se percatan de que tienen invitados, prestos preparan un buen plato de lentejas o de cabrito en los festivos, según nuestra manera de existir, que aparecen de la nada en mesas sobriamente vestidas para la ocasión.

Sólo y acompañado, saboreas los manjares que te regalan y le das las gracias al vacío. Me gustaría poder presuntarles si son felices. Intuyo que más o menos, lo mismo que yo.

martes, 11 de marzo de 2008

Tonteos

Hola...... Los puntos suspensivos equivalen a un silencio aterrado. Quiero ser transparente desde el primer momento y eso, un silencio cobarde y prolongado, sería lo que sucedería si te viera en una discoteca y por efecto de la acción combinada de alcohol y estupefacientes reuniera el valor para asaltarte. Creo que puedes considerar que es feo que comience hablando de mi mismo, pero a mí me gusta poner los puntos hasta sobre las íes griegas. No se ligar, no tengo ni puta idea de como empezar, ni de como continuar, ni de cuando dejar de lado la lengua para comenzar con los labios. Ya mi madre me decía que yo era serio y la Señora Gertrudis y el tendero y el profesor y el párroco y debe ser que es verdad o que me lo creí, que para el caso es lo mismo.

Me parece que el estudias o trabajas está un poco desfasado y un hola a secas queda demasiado soso. Soy náufrago y me llamo Joseph y me gustaría empezar a hablar contigo
.

Esta fue textualmente la primera botella que envíe hacia LA ISLA. Transcurrieron eras geológicas hasta que recibí su respuesta a la mañana siguiente. Nada mas ver su letra comprendí que no me había equivocado. Nunca vi haches más hipnóticas que las suyas ni eses más sensuales. A mi el miedo me afloja la uretra y mientras orinaba sentí la plácida combinación que proporciona el pánico y la esperanza además de la relajación consiguiente.

Suerte que estemos en una isla (bueno, en dos) y no en una discoteca. Yo espero que seas más náufrago que serio, todo sea dicho. Hola está bien. Ser náufraga espero que también (soy novata en eso). Y estudio psicología y trabajo en un burguer y recojo cocos.

Y como los abres

Les convenzo. Les hablo de que de nada sirve encerrase en si mismos que deben comunicarse con los demás, que no pueden guardarse sus problemas para si mismos. Luego, cuando por fin expresan sus sentimientos, me los como. Supongo que no podría dar lecciones de ética profesional, pero si de superviviencia.

Como eres

Es una buena pregunta que no tiene pareja. Se que soy una chica que tuvo miedo pero no se nada más. Para esconderme del miedo me inventé mil yos pero se me olvidó apuntar cual era el verdadero y ahora ya no tengo claro quien era. Encima el miedo no se ha ido. El es lo suficientemente hombre para todas mis mujeres. Soy divertida, creo, pero a veces no. Me gusta ver la tele, y tomarme un cafe con las amigas y mirarle al culo a los mozos de buen ver. Nada extraordinario, para que nos vamos a engañar.

Todo lo desconocido resulta extraordinario y más cuando las eñes son tan sugerentes como las tuyas. Y que buscas

Muchas cosas. Esta mañanas las gafas que perdí. Esta tarde una respuesta. Esta noche a algún señor de vientre apolineo que me estruje tan fuerte que me rompa los reflejos y me recuerde mi alma. Si ya de paso si le pega una hostia a todos los sustos, sería la bomba. Lo de las abdominales es negociable, lo otro a estas alturas, no

Y...

Si, que cual es el tamaño de mis tetas, que si me cuelgan o si me flotan, que si mis caderas son resbaladizas o porosas. Si soy dorada o mustia. Si gótica o tropical. A mí es que me gustan los cuentos de princesas feas, con orzuelos y almorranas, miradas estrábica y halitosis en los que los Príncipes Azules prefieren enfrentarse al dragón en el infierno que a ellas en la cama. Me jode que llegue un hada madrina y las convierta en esbeltas y que llegue el listo de turno, se las tire y encima se lleve el reino y los suspiros de la triste, convertida en una preciosa imbecil. Por eso te dire que sudo y que cago y que llevo un año sin depilarme y así fomentamos tu imaginación para el tema de las pajas y así si un día nos vemos, me cuentas una por una todas esas fantasías y nos lo pasamos bien los dos.

El caso es querida Betrice, perdona que te llame como al resto de las amadas, es que a mi no se me da bien estas cosas. Porque temo decirte unas cosas y que se me olviden las otras y para que nos vamos a engañar, yo no tengo talento para decirte las palabras exactas. Así que en resumidas cuentas sería fantástico que fueras top model, que tuvieras las tetas flotantes, que mis amigos se emplamaran solo de verte y les resultase complicado mantener el juramento de fidelidad de que la novia del colega no se toca. Eso estaría de puta madre. Pero sería mejor aún que por azares del cosmos me sintiese bien callándome a tu lado y pudiera mirarte dormir sin aburrirme. Que me apeteciera salir a bailar contigo y que no me avergonzase de ser una pareja rutinaria. Me gustaría discutir y tener ganas de romperte la cabeza por el miedo a que te vayas y me dejes solo, solo que eso no lo sabré nunca hasta que un día te marches o hasta que un día me muera,.

.....Lo siento.....Dolores antiguos.....A veces soy guapa

Hoy por ejemplo, le respondí.

No se lo dije pero tres botellas bastaron para enamorarme para siempre jamás (e incluso hasta el día siguiente) de ella.

Tardo un tiempo en responderme que ella también.

lunes, 10 de marzo de 2008

Memorias

En mi isla wifi, me entero de que en otras partes del mundo, tal vez más grandes pero seguro menos íntimas la gente cuenta su vida en seis palabras. Y yo que no soy menos (o tal vez si) digo en un instante minúsculo que,

NAUFRAGO DE ISLA NO AÑORA CONTINENTES

Y me escucho y pienso, coño, me ha salido un refrán. Asi que medito y en ello me corrijo y me desvanezco un poco

VIVO PARA NO REPUDIAR HABER VIVIDO

Y me escucho y pienso, coño, me ha salido un trabalenguas (y encima metafísico). Así que medito y en ello me altero. Aún soy más invisible.

MANOS QUE SURCARON SU INFINITO CUERPO

Y ahí si que si. Mi cuerpo recobra su opacidad, a mi mente se le quitan las ganas de meditaciones vacuas y mi vida ya ha sido contada por triplicado, así que durante todo el día siguiente duermo y despierto moderadamente sonriente y extremadamente callado

miércoles, 5 de marzo de 2008

Votox

Ha llegado flotando, embelesada por el mar como todos, pero menos romántica. Una botella electoral con propaganda en su corcho, llegada de un país lejano. También los náufragos deben votar, por lo visto.

Probablemente, en este mismo instante, un hombre y una mujer se diviertan follando, probablemente a alguien le duela una costilla. Tambíen es posible que alguien vote. No se. Siempre suceden cosas. Es agotador.

Elecciones. Sujetos, hombres en su mayoría, que se divierten jurando que los que no son ellos mienten, que los que no son ellos son tontos, que los que no son ellos son malos. Mujeres y hombras les creen y les votan. Hombres y mujeres les detestan y votan al contrario. Indecisas e indecisos, tan hermosos y tan hermosas a los ojos de los candidatos. Los suicidas demoran sus ausntos pendientes con tal de que no gobierne el diablo. Hombres mujeres y clérigos celebrarán su libertad con un buen polvo, una buena cena y la única verdad que no les viene grande. Dichosa democracia, dirían algunos.

El caso es que movido por la envidia os imito. Ideo un SISTEMA, proclamo un Estado de Derecho. Constituyo un Partido Político. Divido la isla en circunscripciones (norte, sur, pueblo y montaña). Solo se presenta uns lista con un único candidato, a la sazón, yo. Doy mítines que focas y gaviotas (llegados en autobus desde lugares remotos) celebran con entusiasmo (agitan banderines, corean lemas, me gritan guapo cuando subo al púlpito). Elaboro encuestas que me dan la victoria por un solo voto. Ofrezco sueños a dos duros que me aupan a lo más alto de la carrera electoral.

El escrutinio confirma la sorpresa que adelantan los periódicos. El único voto proclama la victoria de una gaviota de nombre Juan Salvador. La candidatura es irregular a todas luces, pero la presión popular no concede otra salida al Rey que nombrarle Presidente de la Isla a pesar del Derecho Internacional.

Esa tarde mientras reconozco la victoria de mi rival en una conferencia de prensa, me cago en la democracia y en todos sus santos y convoco una reunión de urgencia con mi gabinete para perfilar mi estrategia de oposición. Igual acabo dando un golpe de estado. Ya veré.

domingo, 17 de febrero de 2008

Archipiélago

Como dije el mar (o el oceáno o el lago la hostia de grande que sea esto..., no lagos no, que eso ya está superado) esta lleno de islas. Dije que de ellas hablaría en otro momento, y siento comunicar que ese momento ha llegado.

Hay una isla en la que a las cinco de la tarde su inseparable volcan emite diversas volutas de humo. No hay que ser Colombo para darse cuenta de que allí un club de victorianísimos ingleses degustan tes y pastas mientras hablan de atardeceres que nunca vivieron en la India.

Hay una isla en la que vive Hichcock o al menos eso parece. Bandadas de pájaros rubios aguardan su venganza en los cables de teléfonos. Frígidas rubias gritan mientras las asesinan a están a punto de asesinarlas. Hombres de mirada inquietante fuman como yo nunca lo podre hacer.

Hay otra isla que desaparece en las noches de luna llena. Recorre el fondo del oceáno convertida en isla lobo, con la mirada sanguinolenta y pelos por todas partes. No es que la haya visto pero lo intuyo, a santo de qué si no una isla desaparece por las noches, si no fuera una isla lobo no tendría sentido, no existen islas diurnas ni islas nocturnas, o igual si, yo que se. Yo, en las noches de luna llena me escondo y aúllo por si acaso.

Hay una isla en la que naufragaron un grupo de psicópatas. Escupe su volcan bocanadas de sangre y juegan los habitantes a ver quien comete el crimen más origina. Colocan los cuerpos en retorcidas posturas, adornan los escenarios del crimen con símbolos cabalísticos. A veces les arrancan la piel y se disfrazan de ellos. Por las noches los supervivientes rondan a sus amadas y escriben poemas. No hay seres más cariñosos que ellos por la noche. Es el día el que les hace así dicen ellos

Hay una isla sin volcán y sin palmeras y me atrevería a decir que sin náufragos, pues todo hace indicar que los dos campesinos que la habitan viven allí desde siempre. El mar no es de agua sino de cebada y nunca hubo un sol mas resplandeciente que el que reflejan sus espigas. Los días de calor el acaricia el sudor que corre por el rostro de ella. Los días de frío ella apróxima su cuerpo al de él para calentarlo. Quién sabe qué sucede cuando cierran la puerta de la cabaña. Igual se odian, igual se culpan del sonido de los relojes y del tedio que lo asfixia todo. ¿Quien puede presumir de conocer a dos campesinos que cierran la puerta?

Islas canibales que devoran las nubes. Náufragos enfermos en islas brumosas. En la isla del ejecutivo, cada vez son menos los árboles y más los edificios que los reemplazan y el volcán ha sido recalificado para esparcimiento y ocio. Islas de chocolate en las que Hansel y Gretel cometen incesto. Islas de diseño con música chill y arboleda minimalista. Islas surrealistas en las que las vacas ordeñan a los granjeros y el gran masturbador llora su impotencia. En la isla deportiva vuelan extraños objetos. Nunca se si son balones de futbol, pelotas de tenis o pertiguistas ambiciosos. Pero allí son varios, para hacer equipos debe ser.

Hay más. Hay muchas más. Igual otro día.

Solos se que esta La isla, la que conté ayer.

También se que hay Otra isla, que igual cuento mañana.

Y luego está mi isla, que solo tiene importancia porque está lo suficientemente cerca de las dos anteriores como para poder contemplarlas

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