miércoles, 2 de julio de 2008

Polichinela

Hasta que volvieron los colores, traté de convencerme de lo bien que se está siendo soltero y enmudecí el pepito grillo cojonero que me decía que lo malo no era estar sólo, que lo malo era estar sin ella.

Me descorché una y dos botellas de ron y sonaron plop y plop en plan de fiesta. Igual era un presagio, igual una advertencia. Brindé por los tiempos futuros, pero si mala es la soledad por si misma peor aún resulta para los amantes del brindís. Me costó pero conseguí vaciarlas en mi gaznate. Detesto el alcohol caliente por mucho que los puristas no admitan otra cosa (por otro lado yo con un purista no me voy de copas, así que que mas da) y a pesar de que busqué por la isla, no encontré una máquina de hielos en plan metáfora del absurdo como en la Costa de los Mosquitos. Trachimbrod será rara, que lo es, pero tiene su lógica.

Borracho como una cuba (de ron, para ser precisos), me asomé a una charca de agua y de entre todos los reflejos que se me ofrecían, escogí el del tipo de la barba de treinta y cinco días y los ojos de treinta y cinco noches. Muy favorecido no resultaba la verdad y como una iluminación surgío de mi subconsciente la decisión de transformar mi condición autodestructiva en diversas manifestaciones de heterodestrucción. Vamos, como un tío cualquiera que va a un partido de futbol. Y es que habiendo tantas cosas que incendiar, para que voy a emprenderla con mi vida, me dije yo, no muy confiado.

Encontré olvidada sobre una palmera el hacha de un guerrero escoces del tiempo de William Wallace y cual si fuera la empolvada cabeza de un londinense, decapité las lindezas del bArgueño sobre el que escribí la mierda de libro esa. Cuando ya fue leña y no obra de arte derramé otra botella sobre las astillas y las incendié, usando por primera vez con maña la yesca y el pedernal. Que para calentarme el agua para un te, no, pero para imitar a Nerón soy de lo más espabilado.

Cuando ya no era obra de arte, cuando ya no era leña, cuando ya solo era fuego, me desnudé y bailé bajo las llamas de la luna (y sobre las llamas de la tierra) un macabra danza tribal que la decencia de los tiempos modernos había desterrado hacía mucho tiempo por degenerada y antisocial. Use el fuego para quemar más cosas, quizás traté de incinerarme a mí mismo, por brujo, por hereje y por gilipollas (no necesariamente por este orden), aborrecí de mi y del infierno (y también del Islam, en pleno frenesí), y grité al cielo que me respondió con un eco desolador. O eso creo. Cuando me desperté por la mañana el escritorio permanecía intacto, el hacha en el suelo y mi pie estaba sangrando, colgado como un puente después de un terremoto. Arreglé mis desarreglos como pude y ahora tengo la pata en alto y una resaca ingobernable. No sirvo como heterodestructor, coño, pensé, autodestructivo de nuevo y mucho más tranquilo.

El día que regresé a la charca de los reflejos, aplasté el mío con toda la saña que me permitió mi delicado estado (con la barba y los ojos del 36). Mi imagen se descompuso en millones de pequeños yos.

Tampoco sirvió de nada.

9 comentarios:

Arcángel Mirón dijo...

Dudo que algo sirva, si ella no está.

Benjuí dijo...

¿Burgueño?
Náufrago, los burgueños son los naturales de un burgo.
Dudo que, si te hubieras encontrado con uno en tu isla, te decidieras a atacarle, ni siquiera en sueños.
Hubieras aprovechado la compañía para contarle tus penas de amor.
Y no rompas el bargueño (que también puede ser un natural de Bargas, pero normalmente se trata de un mueble) cuando te de otra vez por emborracharte.

Benjuí dijo...

Veamos:
La primera vez que le leí a usted me cautivó, pero le envié un mensaje privado (pidiéndole mil perdones por el atrevimiento) porque me rechinaba alguna falta de ortografía. Usted me contestó diciendo que no le importaba que le corrigiera en público.
Ahora bien: el tiempo pasa, y uno tiene todo el derecho a cambiar de opinión. Tomo nota.
Una cuestión más: no tendría ningún miedo a ponerme en su camino, estuviera usted borracho y/o enfurecido y/o con la adrenalina rebosando, porque le tengo a usted caladísimo y sé que sería incapaz de hacerme el menor rasguño.
O sea.

Benjuí dijo...

Por Dios, Don Joseph, cuánto siento que mi manera de expresarme - por escrito y de viva voz, que tendría usted que oírme cuando me pongo estupenda - sea tan... digamos, contundente: usted me amenaza en un tono y yo le contesto en el mismito, o eso creía yo. Entiendo que otro cualquiera me malentienda, pero usted, ¡usted!
A estas alturas.
Vamos, hombre, ya.

(A todo esto: la costumbre de responder en el blog del otro a lo que ese otro dice en el blog del uno debe ser un acertijo para los demás lectores).

Un beso, y feliz finde.

Benjuí dijo...

Y, encima, no le gusta el arroz con leche.
Tiene delito la cosa.

Trenzas dijo...

Ya me estaba empezando a entusiasmar con la bruñida coraza del héroe y vas y te arrepientes de escribir su e-popeya :(
Adiós a mis ilusiones de convertirme en doncella respondona, que para la otra opción, no creo tener dotes.
Cierto: hay demasiadas cosas que incendiar. Muchas más fuera de tu isla que dentro. Es más; creo que en tu isla no sobra nada, pero está bien que hayas aprendido a prender un fuego; también puede servir para señalar tu posición en el mapa de los robinsones actuales y futuros.
En cuanto al agua de las charcas, se sabe desde Narciso que sólo intentan desconcertarnos o infectarnos las tripas. Casi mejor que sigas con el ron.
:)
Joseph: como dejes de escribir así de bien, eres naúfrago muerto.
Un abrazo enorme, mago de situaciones escritas.

Ana di Zacco dijo...

Usted parece tener una ventaja sobre Narciso, y es que él sólo pudo asomarse una sola vez a la charca porque ahí acabó su andar. Usted al menos sobrevive.
Y a más que sobrevivirá, se lo digo yo :)

irene dijo...

Trachimbrod es tu creación, tu eres su dios, así que supongo está hecha a tu imagen y semejanza, llévate a ella lo que quieras, ron, una máquina de hielos...
No te pierdas en la isla, búscate, y si te pierdes, hazlo con ella, la soledad prolongada es mala.
Sabias palabras las de tu comentario en mi laberinto de sentimientos.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

de una manera u otra esta lucha reciente es positiva.
la vida es igual que una resaca; el día lo pasas renegando, diciéndote a ti mismo que no volverá a haber otro día igual... pero al final ocurre y claro, vuelta a empezar.
salud-saludos

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