lunes, 19 de mayo de 2008

Adán

Alguien envío una botella, escrita con sangre, poblada signos toscos que significan más o menos lo que a continuación digo. No se de donde proceden. No quedan palabras que me revelen la isla que las pronunció.....



Yo, negro, nací en el corazón de la jungla que aulla, entre hombres intrépidos y mujeres valientes, sabios ancianos y niños de dientes brillantes. Yo, negro, nací en una tribu que venerabaa sus antepasados, a los dioses, y a la madre selva que abraza y que estrangula según su capricho. Yo, negro, no pensé ni en la vida ni en la muerte, solo en un principio sin final, mecido por los sonidos de las aves, atento a las criaturas sin cuerpo que rondaban las noches. Mis noches.

Yo, negro, bebí de las bocas sin dientes de los ancianos y de las lenguas del fuego de las hogueras, historias de guerreros y de monstruos, de mujeres bellas y de dioses caidos. Yo reí con los cuentos del hombre de una sola pata y con los del leopardo sin rabo y temblé como un mono mojado cuando me hablaron de la sombra sin alma que acecha las noches. Mis noches.

Yo, negro, aprendí sin que nadie me lo enseñara, los tres secretos del mundo: los pechos de mi madre, los ojos de mi padre, el tamtam de los abismos. Y fui feliz durante un tiempo que no supe medir.

Yo negro fuí el primero que vi a los demonios pálidos sobre el río, subidos encima de una piragua enorme y mágica, que remontaba la corriente sin que nadie ni nada la impulsara, salvo un jadeo, un pequeño estertor, un ritmo constante, una amenaza. Nunca contemplé un vacio mayor que el de aquellas pupilas sin sangre, que miraban más allá de mí, de los árboles primigenios de las chozas y de mi pueblo y pensé que las sombras sin alma son más blancas que le carne de un coco. Los ancianos no me creyeron cuando les dije que el mundo se acababa. No creyeron en los nuevos demonios, tan acostumbrados a los de siempre. Terribles. Cotidianos. Inofensivos.

Yo, negro, la noche en la que la cuarta luna se volvió invisible, tomé entre mis brazos al Alma De Mi Vida y juré cuidarle por el resto de los tiempos. Ella, dos noches más tarde, arregladas cuentas y dotes entre padres, bendecidos por las ancianas, me susurró su nombre secreto, aquel que sólo el marido y la madre conocen y yo, derramando lágrimas de sangre desde mis mejillas cercenadas, prometí guardarlo bajo la tierra y hacerlo germinar para honrarlo como merecía.

Yo, negro, volví a ver a los demonios pálidos más veces. Contemplé como devoraban la selva poco a poco y cuando la Luz De Mis Ojos vino al mundo, ya merodeaban demasiado cerca del poblado. Los ancianos por fín compremdieron y la última noche en la que contaron historias, las hogueras iluminaron el miedo de sus ojos.

Yo, negro, lloré en silencio la mañana en la que los demonios pálidos y sus varitas de fuego destruyeron mi mundo y acabaron con mi gente, con mis ancestros y con mi jungla, con mis dioses y mi vida. Vi como mataban a los ancianos y terminaban los cuentos de media luz. Vi la muerte de las ancianas y de los casamientos que ellas arreglaban con la sabiduría de la tierra. Ví caer a los guerreros más valientes, lánguidas las lanzas derramadas de sus manos abiertas, perforados los vientres de las mujeres más hermosas. Cuando llegaron aquellos monstruos de dientes de acero y comenzaron a masticar mi aldea no lo soporté más. Fui la vergüenza de mis antepasados al agachar la la cabeza y me huir sin luchar, con el Alma de mi Vida en una mano y con La Luz de mis Ojos cogida del otro brazo.

Yo, negro, al mando de una piragua de hombres, hecha de mimbres y de tiempo, movida por brazo de un hombre adulto y no por los hedores del infierno, recorrí mundos de locura que no quiero recordar ni describir aquí. Recuerdo que un día llegué a esta isla, infinitamente cansado. El Alma De Mi Vida y la Luz de Mis Ojos no llegaron conmigo. Se durmieron por el camino y yo enterré su.s nombres y lloré por última vez en mi vida. Desalmado y Ciego, quise dormir para siempre

Yo, negro, único poblador de un mundo rodeado de agua, juro que seré la perdición de los demonios pálidos pues al igual que la vida se me murió el miedo y bastará con mirarles para arrancarles el corazón. Juro que lo devoraré mientras palpita entre mis dientes para que se una al canto helado de El Alma de Mi Vida, de la Luz de Mis Ojos, de mis padres y de las historias del fuego, de una tioerra que apenas recuerdo a que huele. Juro que mi grito alcanzará la luna y la volverá tan oscura como piel, pero no tanto como mi alma.

Para siempre y para los restos, yo, negro, lo juro.

7 comentarios:

Benjuí dijo...

Huyó para salvar lo suyo y se quedó también sin ello.
Hubiera sido mejor para él morir luchando.
No sé si se odia más a sí mismo o a los demonios blancos que arrasan con todo.

Lula Towanda dijo...

Terrible!!!!

SWEETBEL dijo...

Porque quitar belleza al miedo? Nos habita, lo alimentamos y lo necesitamos. Decidimos poco. Saber vivir con nuestras imperfecciones es vivir satisfactoriamente. Necesita la Isla un negro? o la persona necesita una Isla?.Los Pappalagi tienen la respuesta. Otro olvido, la maldad
o la bondad se encuentra en cualquier color.

Bito dijo...

Es brutal este post, posiblemente el mejor desde que Joseph es Joseph.

A veces la venganza es la mejor de las razones, y espero que el negro dé su merecido a aquellos que todo le quitaron.

Un saludo,

Basquiat dijo...

sin miedo, procreamos, nos volvemos infinitos.

Trenzas dijo...

El tiempo que no sabemos medir es el único dichoso.
Emocionante el alegato. Un líder nato este Adán, arrancado de su paraíso, sin mediar manzana alguna.
Muchas islas podrían escribir esos signos y, de hecho, es posible que ahora mismo lo estén haciendo. Los pálidos demonios siguen con su trabajo devorador.
Estupendo post, naúfrago.
Una docena de abrazos, o más.

Montse dijo...

Cuanto me gusta haberte "reencontrado"...

negro

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