viernes, 21 de marzo de 2008

Las islas invisibles

A veces me olvido de Trachimbrod. Es imprescindible que siga describiendo sus perfiles para que no desaparezca. Las islas calladas son islas que se olvidan, islas deperdiciadas. Islas que no sólo murieron sino que jamás llegaron a nacer.

Tiene Trachimbrod un pueblo de nombre Penta al que para llegar es imprescindible no querer hacerlo. Se encuentra si no lo buscas. Lo ves si no lo miras. Carece de otro espacio definido que el de la casualidad. Así, a veces interrumpe la espesura de la selva, en ocasiones desafía los equilibrios al borde las acantilados y cuando apetece de serenidad, se ubica en la arena de la playa o se esconde en lo más profundo del volcán. Penta no existe, no permanece. Penta está.

Sin embargo no es dificil distinguirlo cuando se complace en recibirte. Apenas son cinco casas, de apariencia cúbica y grandes azoteas, cornisas rectilineas, tan nítidas como su palidez de cal viva, con diminutas y negrísimas ventanas por las que apenas cabe un ojo, ideales para tuertos. Idénticas las unas a las otras. Dejan un espacio entre ellas en el que se construyó una plaza de silueta pentagonal y piso empedrado, en cuyo centro se erije la estatua de una mano cuyos 5 dedos señalan al cielo que no llegan a tocar. Según el día avanza, la sombra de la mano acaricia los dinteles de las casas. Por cosas como esa resulta dificil sentirse forastero en Penta.

A pesar de que las casas parecen vacías, los odres siempre están llenos de agua fresca o de vinos suaves y espaciados y en los días fríos, no falta fuego en las chimeneas ni leña en el cobertizo. Si dejas de escuchar podrás oir el sonido de una cerrilla que se enciende en la cocina, el croar de los platos en el salón, el agua que corre en el baño, las voces que jadean en el dormitorio. No es pues Penta un pueblo fantasma. Los pueblos fantasmas se derrumban de soledad y no desafían al sol en resplandores. Es sólo que sus habitantes decidieron existir de otra manera y solo en la penumbra y en lo incierto podemos vislumbrar los ecos que dejan tras de sí.

Además, nunca olvidan sus buenos modales y siempre que se percatan de que tienen invitados, prestos preparan un buen plato de lentejas o de cabrito en los festivos, según nuestra manera de existir, que aparecen de la nada en mesas sobriamente vestidas para la ocasión.

Sólo y acompañado, saboreas los manjares que te regalan y le das las gracias al vacío. Me gustaría poder presuntarles si son felices. Intuyo que más o menos, lo mismo que yo.

8 comentarios:

Arcángel Mirón dijo...

Es difícil llegar a un lugar y no sentirse forastero. No digo que es difícil de logar, digo que es incómodo, doloroso. Saber que uno no es de ahí, que deberá irse, pero aún así sentirse como en casa es algo letal.

Yo, que no creo en casualidades, ¿podré llegar a Penta?

Trenzas dijo...

¡Ah, la maravilla de las ciudades invisibles, de las aldeas invisibles, de las casas invisibles...!
Lo que es y lo que no es, según quien lo contemple.
Que bonito post, Joseph. Leyendo me parecía como si alguna vez me hubieran invitado a unas lentejas porque intuyeron que también yo era una hija pródiga regresando a un hogar siempre añorado.
En fin; quizá solo son imaginaciones mías.
Un gran abrazo, B. y Z. y Joseph.

Benjuí dijo...

Mi barrio es así, con alguna diferencia debida probablemente a la atmósfera de Madrid.
Los únicos que sabemos que existe de verdad somos sus habitantes, y así queremos continuar; rogamos por que ningún cineasta nos descubra pero, si algún despistado cae dentro, lo acogemos sin aspavientos.
Ayer mismo recalaron por mi casa tres polacas y un polaco siguiendo la pista que les marcaba mi hijo, y se pusieron morados de pisto con huevos fritos, albóndigas, ensalada de tomate y aguacate, quesos, naranjas y uvas, café, chocolate y torrijas, y luego se largaron a ver procesiones.
Estoy agotada.

Mandarina azul dijo...

Me gustaría llegar hasta Trachimbrod. Una vez en ella, mi inevitable curiosidad, a pesar de tus advertencias, me haría buscar Penta. Pero quién sabe, ¿quizá buscando Penta encontraría, sin buscarlo, otro pueblo? ¿Se divisa algún pueblo, que solamente esté, desde las azoteas de Penta?
:)

Ana di Zacco dijo...

Bella metáfora de lo que se encuentra cuando no se busca.
Dicho esto, déjeme opinar que le veo afianzándose en su oficio de escritor. No soy filóloga ni entomóloga (ya lo sabe usted) ni sé si tengo derecho a decir esto, pero escribe usted cada vez mejor.
Una gozada, de verdad.

Blanche dijo...

me encantan tus lugares, quiero ir a alguno , auqnue solo sea soñando.

Anónimo dijo...

he llegado ha trachimbrod y me ha seducido. penta me resulta familiar, penta es el lugar de destino cuando estoy en la inopia.
salud-saludos

Antonio Latorre Jimenez dijo...

Casi por casualidad encuentro tu isla, tengo que confesarte que me ha resultado inquietante a la vez que atrayente, no te extrañe que vuelva de vez en cuando.
Saludos.....

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