lunes, 17 de diciembre de 2007

Hambre

Por muy sorprendente que resulte, los cocos no llevan abrefácil.

Y no es que yo sea del mecanismo en custión, que los abrefáciles sólo gastan dos posiciones, la mala y la peor. O vas con cuidado y dejas la lata a medio abrir (que luego no hay un Dios que la abra entera) y te comes las sardinas desmigadas, o vas de machote y ora te embadurnas hasta las cejas de aceite, ora te acabas seccionando de raiz alguno de tus dedos (total tienes más). Pero mal que bien acabas abriendo las latas de las narices y comes algo, pringoso si, insípido también, pero te quita la gusa.

Un coco no. Un coco no se abre. Lo miré por arriba, lo miré por abajo, lo tiré contra las rocas, cayó un alud sobre el coco, con una navaja suiza, con una taladradora extraviada, lo intenté convencer y ni por esas. Si los pecados se hubieran escondido dentro de un coco, Pandora no la hubiera jodido. Si los soldados cambiaran los chalecos antibalas por cocos, los corresponsales de guerra estarían en el paro. Me puse a llorar y el coco imperturbable. Ni siquiera me gustan los cocos.

Pero dije, vale, igual no soy recolectora, igual soy cazador, que la última vez que miré yo era hombre, y ya se sabe. Asi que cogí una caña de bambú y lo poco que quedaba de la navaja suiza después del coco, lo gasté en afilarla. Armado de mi lanza y mi taparrabos a darle satisfacción a un estómago que exigía una copiosa razción de plateados pececillos (que igual se llaman de otra forma, pero yo no soy zoologo). Subido sobre una roca, se perfilaba mi silueta contra los destellos de luz que reflejaban las aguas y ya con el pez en mi retina, preparados los musculos para descargar su tensión en un centelleante zurriagazo, me sentí como el primer hombre del mundo y descargúe toda la sabiduría de siglos en la punta de una lanza de madera. Aún se está descojonando el pez tras observar como mi apostura se derrumbaba tras cercenarme el pie de parte a parte.

Asi que ni cazador ni recolectora ni leches. Afortunado quizás. Justo en el instante en que decidí que me iba a poner a llorar (a falta de pan...) pude comprobar que en un claro de la selva, debidamente cercada, había una plantación de sandías, vete tu a saber quien las puso allí (ya me lo preguntaré depués del papeo).

Abrir un sandía es muy sencillo. Coges un coco y lo estampas en todo el centro. Se queda hecho un puré, pero sabe a gloria

8 comentarios:

humo dijo...

No te visualizo, náufrago, no te visualizo explorando y dándole al coco todo el santo día para, al final, darte de manos a boca sólo con las sandías en cuestión.
Busca, busca, que seguro encuentras algo más.
O no.
No siempre las búsquedas se corresponden con los encuentros.

Ligeia dijo...

Que sexi... con un taparabos (por cierto ¿cómo te lo has hecho? ¿no vendría con el kit de naufrago?) subido en una roca con las irisaciones del agua marina sobre la piel...

Intente ud. pescar con un sedal y un anzuelo (aunque sea el sedal se lo ata Ud. al dedo y cuando piquen se dará cuenta)

GLAUKA dijo...

Me gusta, me gusta la historia.
Gratísima sorpresa la que me he llevado viniendo aquí.
Me parece que me van a gustar tus aventuras sí señor.

Ana di Zacco dijo...

Perdone usted las risas, pero me he tronchado, no se lo diga a nadie. Ya lanzaré yo voces, a ver si Uri Geller se pasa por aquí y se apiada de usted para el próximo coco.
Pero vaya con cuidado con las sandías, que he leído que ahora los japoneses están marraneando la genética para fabricarlas no sólo sin pepitas sino además cúbicas. Usted vaya comiendo sólo de las redondas, de las de siempre, porsia, que nunca se sabe.

Chan ta ta chan dijo...

XD XD XD

Mariconadas las justas!!

He dicho!!

JeJo dijo...

Sr. Naufrago :
Cuando hay hambre no hay pan duro !. Y cuando se termine ud. todas las sandías regrese al coco y afile el ingenio y no el bambú.
Por cierto si ve ud. un loro, cojo y tuerto, le ruego tenga a bien no devorarlo. Lo eduqué de pequeño y es vistozo. Y no hace otra cosas que decir ...

Felicidades ... Felicidades ... prrr ... prrr ... Felicidades ...


Mis saludos !

Trenzas dijo...

Usted limítese a colocar el coco en posición que yo le mando a la Cabra y le garantizo que lo pulveriza de un solo topetazo.
:)
Sí que le recomiendo que intente no comerse todos los caramelos que piquen en su anzuelo, no vaya a darle un subidón de azúcar y la liemos.
Otrosí; estoy contentísima de que le haya sido posible hacernos saber su paradero. La Cabra y yo nos ponemos de inmediato a fabricar una balsa con las ramas del ficus y en cuanto esté, nos lanzaremos al proceloso mar para poder darle un abrazo (yo) y abrirle el coco (literalmente, no en sentido figurado, la Cabra)
Mientras llega el momento, déjeme decirle que me ha dado el alegrón del día, de la semana, y del mes entero, querido Joseph
Un abrazo enorme y gracias por volver, Z.

Luces-D-Bohemia dijo...

Me pregunto qué tipo de fascinación sentiras por el agua. Que si lagos, que si islas... De cualquier manera, yo encantada de chapotear en estas orillas porque no quiero perderme la ocasión de verte en taparrabos.

Consejos de supervivencia pocos puedo darte, pero estaré atenta por si puedo aplicarme alguno de los que cuentes. Porque una isla desierta y una gran ciudad a veces no son tan distintas.

Besos.

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