miércoles, 28 de enero de 2009

Platón...

Yo viviá en una cueva que no era ni muy confortable, ni muy calentita y que tampoco olía demasiado bien, pero que era mía y me gustaba. Un día comencé a escuchar aquellas voces que no venían de ningún sitio particular, aquellas palabras que decían cosas pero que no pronunciaban nada, que salían de un hueco diminuto tan oscuro como cualquier otro abismo. Me fui. Me echaron. Y por eso sorprende (también a mí) verme plantado como un pasmarote apenas a cien metros de la boca del lobo. No debería uno embobarse mirando las entradas en las que no se está dispuesto a entrar.

El viento entre tanto sucede y los relojes persisten y el mar se cambia de chal a cada instante. El tiempo me acaricia la mi piel, enerva mi cabello y yo respiro fuerte, levanto un pie... y me quedo quieto.

Supongo que allí seguirán, hablando de sus cosas de allá adentro, que no se cuales son. Me gustaría dejarme caer por allí justo en medio de aquellas voces y resbalar sobre la pared de la cueva y hacer preguntas sobre el infinito con la mirada perdida, pensando en otra cosa, sudando un poquito, con barba de tres días, con manchas en la camiseta interior, feo y guapo en el mismo parpadeo, clavado a los fugitivos de las películas yanquis que siempre saben cuando deben dejar de esconderse con una frase memorable que sólo escucha un policía de mirada triste y una colilla entre los labios. O algo así. Algo que te haga sentir acompañado, enmantado, protegido. No se si me explico. No se si me entiendo. Algo pequeño que quepa en la palma de la mano, de estar por casa. De estar en casa.

Pero tengo las pupilas y las plantas de los pies estrangulados de miedo. Solo mi cerebro camina en busca de explicaciones. Se que corre el riesgo de perderse en la locura pero ya es mavorcito para saber qué es lo que debe de hacer. Igual aquellas dos voces hablan desde un universo perpendicular (de ser paralelo, no podría escucharles). Igual fueron recuerdos del pasado de lugares ya remotos. Hombres invisibles. Topos que devoran los secretos enterrados. Gnomos ermitaños. Trasgos alcohólicos. O algo mucho peor que cualquiera de esos galimatías. Yo, desdoblado, voraz, hambriento de decirme las cosas que no quiero escuchar. Y por eso no entro. Por si acaso. Porque hay sonidos terribles, si, pero ningún aullido estremece más que los ecos de uno mismo.

Solo cuando mi voluntad cede mi cuerpo reacciona. Cuando se asegura de que no entraré en las tinieblas consiente en volver a moverme y camina ligero a condición de que la dirección sea lacontraria y no oponga demasiada resistencia a los empellones que me propina mi cobardía y que me arrastran hasta la que es hoy mi casa, que también es cueva, pero sobre todo es casa. Al menos hoy.

Y justo al marcharme, un segundo antes de no seguir estando en aquel sitio oigo.

Escucho (o creo escuchar que dice una).

- Salimos?

Y responde la otra

- Hoy no.

- Demasiado frío?

- Y demasiado calor.

Regresaré. Al fin y al cabo uno siempre vuelve al lugar del crimen.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta eso de que "el mar se cambia de chal".

Arcángel Mirón dijo...

Creo que llevás demasiado tiempo en esa isla.
Me encantás, igual.

lonely seagull dijo...

Hay que enfrentarse a las voces, sean buenas o malas, si no siempre quedará la duda.

Trenzas dijo...

A veces es preciso ser cobarde; poner distancias entre lo que nos da miedo por conocido y aventurarse a ir en dirección contraria.
Todo lo que ya sabes, va a quedarse en esa caverna para siempre y ahí estará cuando tus pasos vuelvan a acercarte.
Tú, Joseph, eres un filósofo de mucho cuidado :)
Y no sólo por la referncia a la Caverna platónica, sino por como hilas emociones y razones.
También eres, y eso siempre, un poeta.
Un beso bien grande, mago

Anónimo dijo...

Tu caverna es como mi colina.

"...aquellas dos voces hablan desde un universo perpendicular (de ser paralelo, no podría escucharles)"

Simplemente genial.

Ana di Zacco dijo...

Todos somos criminales en potencia. Verecdp le dice algo? Lo pondré porque es la palabra mágica para entrar en esta cueva :)

Blanche dijo...

creo que no hgay nada mejor que tener una casa-cueva o una cueva-casa...

humo dijo...

Tiene razón Sinuosa: a veces, te todo un texto (precioso, como siempre los tuyos) te quedas con una frase, un párrafo, un adjetivo bien plantado, y el contenido queda en un segundo plano, cediendo ante la importancia de ese hallazgo.

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