miércoles, 27 de mayo de 2009

Nana

Algunos dirán que el mango de un hacha no es lugar para un poema, pero no me importa mucho. Son los mismos que piensan que mi habitación no es buen sitio para una señorita. Sea como sea allí fue donde lo encontré escrito, grabado con un punzón y con mucha paciencia. El hacha estaba clavada sobre el espinazo de un mango resentido. Lo liberé de su verdugo y respiró aliviado, pero no me regaló ningún fruto el muy cabrón.

A mí el poema me gustó. Es de esos de alguien que quiere querer a alguien. De esos que no sabes quién es él ni quién es ella, ni si les dura o si se hartan o si el tiempo les olvida. Si caminan cogidos de la mano o si las manos les sirven para golpearse. Si nunca se ven y siempre se desean.

Te vi los ojos.
Subrayados de tinta o tal vez rimmel.
Tiemblan.
Tu cuerpo tiende a estremecerse.
El frío, la noche, yo...
Dan ganas de abrazarte y detenerte,
de aquietar tu paz violada
sembrar de sueño
y de plurales
tus nerviosos párpados.
Pero yo me contengo,
respetuoso
tengo ganas,
pero no...
y te miro de nuevo
y pienso de inicio
maldito respeto.
Otras vidas vendrán donde pueda quererte
Pienso, mientras la Noche no cesa.

P.D - No uso el hacha. Pero la tengo cerca.

3 comentarios:

lonely seagull dijo...

Difícil situación el querer querer a alguien y desear a alguien que nunca ves. Por qué esperar a otra vida? Mejor perder el respeto , alomejor lo está deseando. Bonito poema.

Ana di Zacco dijo...

Yo ese hacha la enmarcaría, don Joseph...
(spatodra, esta tiene tela)

María dijo...

Pues me parece bien que la conserves porque así disfrutarás del poema muchas veces. Guárdala bien. Besos

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