lunes, 4 de mayo de 2009

L (I)

Primera parte de la carta que llegó a Trachimbrod esta mañana.
La caligrafia es exquisita, como si la hubiera escrito un maestro renacentista
preocupado por que las letras no desmerezcan el dibujo.
El papel es grueso, ligeramente apolillado.
La tinta es púrpura. En otro tiempo se trataba de una dignidad
reservada exclusivamente a los emperadores. En este caso, no lo se.
Sea como sea, el firmante ha atrapado mi atención.
Rubrica con una L mayúscula,
curvada hacia abajo en su trazo superior,
como el símbolo de la libra, pero sin líneas paralelas.
Todo concluye en un punto categórico y definitivo.
No he comprobado si es cierto algo de lo que dice.


Dicen que tu habitas estos contornos desde hace tiempo y que donde los demás callan, tu cuentas. Yo necesito renegar del silencio pero no se de palabras. Por eso te busco, por si tu las encuentras.

Todo marchaba como debía, todo era correcto. Mi vida se ajustaba al patrón que confeccionó mi padre y que despúes yo, disculpa la inmodestia, logré bordar. Mi padre quería otro aprejador en la saga, pero yo le llevé la contraria y me hice arquitecto. Yo encontré una novia que, en público, escondía las risas tras sus manos y bajaba la mirada cuando la soltaban piropos. Pocos, eso si, guapa guapa nunca fue, pero hacendosa y limpia como ninguna, siempre regresaba a la hora que le marcaban sus padres, le gustaban las novelitas románticas y el punto de cruz y se dejaba magrear hasta donde lo moral consiente y no fustiga el remordimiento.

De la facultad, extraje notas excelentes y de las milicias universitarias, amigos interminables. Pasé del utilitario a la gama media y de la berlina al coche de postín, de la palmadita en la espalda al miedo en los ojos, del mote burlón al Don atemorizante y cuando compraba el periódico de los domingos nunca jamás llovía. El día en que se torció todo Luisita andaría ya por los quince años. Nos salió recatada , de esas niñas que a casa sólo trae sobresalientes, nada de novios ni de disgustos ni de faldas cortas ni de olor a tabaco. Un rara avis en esta juventud holgazana y sin principios. Algo más levantisco era bueno de Germán, que debió salir a los hermanos de su madre, todo sea dicho. Menos mal que no hay nada que un internado en condiciones no terminé de curar y el nene fue relegando las contestaciones a los ojos, que le seguían refulgiendo, pero se le refrescó la boca y durante un tiempo nunca se le olvidaba ni el por favor ni el gracias. Aún eran pequeños Conchita y Javier como para aventurales destinos, pero en su comunión no hubo otros más alegres y obedientes.

Lo que más me perturba es pensar que en todo este tiempo, no falté ni un domingo a misa, y que los veranos siempre fueron sota caballo y rey: Lourdes, Fátima y El Escorial. Salvo profesar respeté todos los sacramentos y, menos la gula, eludí todos pecados capitales. Mis hijos fueron educados en el amor a Dios y siempre que acaricié el cuerpo de mi esposa fue con el encomiable propósito de crecer y multiplicarme. Siendo claros, ni una mala masturbación me legitimé en toda mi vida y todas las canas que tuve, se me quedaron en el pelo y, a veces, en las pupilas. Por eso aún resulta más inexplicable lo que sucedió aquel Domingo de Adviento. Ahora que ya es tarde y que te escribo desde una isla de la que no piensao salir ni esta noche, ni ninguna otra...

3 comentarios:

Trenzas dijo...

Tu isla es una caja de sorpresas; o de botellas de sorpresas, para ser exactos .
Esperando lo que ocurrió "aquel domingo de Adviento" con imapaciencia me quedo.
Abrazos fuertes, mago náufrago

Arcángel Mirón dijo...

"y todas las canas que tuve, se me quedaron en el pelo y, a veces, en las pupilas".

Yo, en su lugar, me plantearía con urgencia la posibilidad de empezar de cero.

Yo, en tu lugar, terminaría de leer la carta pero no me involucraría. Huyo de ese tipo de personas. Desconfío de los que no se masturban.

Ander dijo...

maravilloso como siempre, reconforta leerte ahora q estoy lejos, en Belfort, y que me alejo poco a poco de un idioma q deja cartas como estas. Si necesitas botellas dilo, yo bebo el alcohol, pero tu mete dentro palabras para q las pueda leer en mi exilio voluntario y las saboree, las mastique mientras espero el Adviento o simplemente el viento.
un abrazo.

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