sábado, 16 de enero de 2010

RIP (II)

Me llegó esta carta.
No se quien la escribe ni desde que isla la manda.
Sinceramente no me ha caido demasiado bien, aunque razón no le falta.

Joseph


Look right advierten en el asfalto en Londres. Qué cachondos los ingleses.

Y yo, de repente, asaltado por una revelación. Que ya se que la frase es simple, pero los ascetas somos así. Indómitos. Por si alguien no las ha experimentado nunca, las revelaciones no duelen. Son como una especie de hipo, pero más discreto y espiritual.

No es que haya que mirar a la derecha, es que hay que mirar correctamente.

Y yo miré de tal guisa, y quien mira a veces ve, o eso dicen. Yo, lo que vi fue a un pobre diablo en viaje de fin de semana, dispuesto a llenar de Harrods las maletas que habíamos comprado allí a una cantidad insignificante de libras esterlinas devaluadas. Yo me vi ataviado de un gorro con cuernos de reno que a mi novia le había hecho mucha gracia. También la vi a ella (que casualmente estaba a la derecha), aquella mujer tan abrigada que no me incordiaba demasiado (tenía sus días) y cuya desnudez podía calificarse de correcta. También estaba aquel trabajo sin ventanas que me permitía ir a Londres a hacer las compras de Navidad. Bueno, y los amigos del facebook.

Entonces, instintivamente, hice lo contrario. Look right era una mierda y en un arrebato de lucidez me empeñé en look left, sin ver venir aquel rojísimo omnibus que se abalanzó sobre mí y me dejó descansar a gusto.

Al parecer me morí porque si no no se entiende que en lugar de despertar repleto de tubos y de miradas de conmiseración lo hiciese de palmeras y de aves tropicales, pendientes de mí igualmente, pero guardando las distancias en todo momento.

Ahora da igual hacia donde mire porque ya se que soy disléxico para los lados y lo que se, lo único que se es que cuando miro, te veo.

Look right darling. Look her and santas pascuas.

miércoles, 6 de enero de 2010

Salmo

Yo soy Joseph. Joseph Cartaphilus,. Se pronuncia Yosef, pero al escribirlo no hay rastro ni de la i griega ni de la efe y e da miedo pensar que no sean la misma persona, que Yosef deteste a Joseph, o incluso, que no sepa quién es o cual es su teléfono móvil. O ya la hostia, que tu quieras al otro, al que no soy yo, que, por otro lado, no se quién es. Yo tengo nombre, pero no tengo letras. Yo tengo apellido pero nadie lo pronuncia cuando corresponde. Cartaphilus. O Cartafilus y estamos en la smismas. Si tu lo dijeras, si yo lo escuchara, todo sería lo mismo, pero no tendría nada que ver.

Tu eres Ella. La mujer sin nombre a la que no dejo de nombrar. Vives cerca y sin embargo no vives porque no estas aquí y no me abrazas ahora.

No existe un nosotros. Aún somos dos párrafos. Aún hay espacio, doble interlineado para más señas, no somos una frase, tampoco tenemos una canción, ni se como suenan tus suspiros cuando te muerdo con ternura los pechos. Eso jode cuando estas fuerte y destruye el resto de los días, los de diario, los que no son tu cumpleaños...

No necesito murallas, no puedo echarle la culpa a las fronteras,o a otras minucias, a la desgracia de que seas lesbiana ni a la conjura de los elementos en mi contra. El viento sólo es un suspiro, el océano apenas una gota. Entre tu y yo solo nos separan dos letras, yo, si contase las del apellido sería demasiada separación y Joseph no tendría sentido, así que no lo hago. Yo soy suficiente distancia por mi mismo como para sumar genealogías...

Porque yo te diría todos los puntos suspensivos del mundo, yo lo haría, pero tendría que ser una mañana clara, en que el mar estuviese tranquilo y el viento adormilado y la arena templada y solo hubiese dos nubes en el cielo, (orondas y blancas, levemente grises en las junturas), y tu te hubieses despertado descansada y yo hubiese amanecido sin legañas. Un día en en el que las naranjas estuviesen lo suficientemente dulces y la mantequilla de las tostadas se hubiera fundido al primer mordisco. Que no se cayeran migas y no hubiéramos comprado el periódico. Un día en que el agua del grifo no saliese demasiado caliente ni demasiado fría y que no me cortase al fregar los cuchillos, que tu no encendieses cigarros ni yo picase entre horas. Los libros habrían de ser agradables y un tanto neutros y la conversación precisa, sin palabras de menos, sin palabras de más. Un día sin calendarios y sin esquelas, sin equipajes, sin tengo que. La cerveza espumosa y fría, tus pies descalzos y cálidos, y tu, desnuda al salir de la ducha. Siestas, soles suaves, pereza sin aburrimiento, caricias sin arañazos. La noche clara y el mar espeso, con luna y con estrellas y con los sonidos perdidos de instrumentos sin palabras y tu, eterna, y yo, fugaz, pero muy contento y muy tranquilo.

Entonces, solo entonces podría decirte todos los puntos suspensivos del mundo.

Sólo que aún no ha pasado esa mañana y yo no he dicho....

Podría rezar, podría rezarte. Y empezar "tu que quitas la angustia del mundo, ten piedad de nosotros", pero las plegarias nacieron para ser dichas, no para ser escuchadas. No me oirias. No vendrías a salvarme. Nunca han funcionado así las cosas con los dioses de por medio.

Posiblemente queme estos renglones, posiblemente no me atreva a envíarte, estas palabras que no dicen nada. Por que cómo decir, por que cómo expresar. De esas palabras no hay regreso ni vuelta atras. Intuyo que de lograrlo, solo morirse tendría sentido.

De hecho soy yo el que me enciendo los cigarros, el que mira las brasas del pitillo algo distraido, el que acerca la boca del mechero a la esquina del papel. El que estos mismos instantes, las quema, se quema, el que se calla un día más.

Ya solo suena el fuego.

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