domingo, 19 de diciembre de 2010

Modernos

Todos los días cuando el sol abdica de lo suyo (de tostar pieles, de encharcarlas, de alimentar plantas y luchar contra las sombras), el Hombre Moderno se pone su ropa de jogging y apura con trote cansino los 300 metros de playa de su isla una y otra vez como los peces. Va, regresa y después de mucho sudor, persiste en el mismo sitio. Lubricado, brillante y algo viscoso se regresa a sus dependencias exactamente cincuenta minutos después de haberlas abandonado. Pocas veces se detiene a mirar el atardecer. Nunca entiende.

El Hombre Moderno llegó aquí por consejo de su IPhone sin saber muy bien si la alarma sonó por necesidades profesionales o por caprichos catódicos. Su triple bypass tembló quedamente al percatarse que en aquel lugar no había cobertura. Se consoló mirando las fotos de sus dos hijos antes de que se agotase la batería. Las memorizó bien y le tranquilizó pensar que esta vez si que les reconocería a la primera en la función teatral de navidades.

Es posible que enloqueciese enseguida o que tardase un poco. Yo ya le conocí trastornado. Sin electricidad, sin guía michelín, sin tapicerías de cuero, ni monitor de pilates, ni Tranquimazines ni Premios Planeta ya no sería Hombre Moderno ni siquiera Hombre Antiguo, sino más bien Hombre Imbécil Que No Sabe Encender Fuego. Pero siguió siendo Hombre Moderno aunque el no se diese cuenta y aprendió a encender fuego en las noches de cierzo. Mirando la hoguera el único instante en que se le relajaban las sonrisas.

El Hombre Moderno habla consigo mismo sin escuchar una sola palabra de lo que dice. Nunca interpreta el papel de amada, ni el de amante, ni el de compadre. Solo el de terapeuta argentino. Vosea ostentosamente, permanece treinta minutos hablando sin pausa, elude las verdades incómodas y gusta de describir culpas remotas que le beatifican

Eso si, nada de esto parece. Todas las mañanas se levanta muy temprano, se limpia los dientes con los dedos y se lava el pelo con barro, se pone alrededor del cuello una soga tranzada con las barbas de las palmeras, se come dos tostadas de coco y sale corriendo al otro extremo de la isla antes de que las sirenas comiencen sus cantos. Se pone horas delante de una piedra. A veces frunce el ceño y otras ríe, sin estar enfadado ni alegre. A medio día apura velozmente un sandwich sin pan ni jamón ni queso y regresa a su piedra entre bostezos. Se le hace larga la tarde que nunca termina de terminar. A hurtadillas se va a mear y se demora en la contemplación de un chorro que moja la arena de una playa en lugar de la pálida piel de un retrete. Regresa a su teórico puesto de trabajo mirando a un lado y a otro, asustado y sin dejarse los nervios en ninguna parte. Curiosamente es en el regreso donde más fatigado se le observa y angustia contemplar su triste cadencia y como le cuesta girar el pomo intangible de una puerta imaginaria. Pasa las últimas horas del día vencido sobre un sofá de arena mirando sin ver el tronco de una palmera, sin parpadear, sin prestar atención, implorando a las vacías alturas que no le dejen pensar. Se duerme un poco en el salón, se desvela sin remedio en la cama. Al día siguiente reinicia el mismo día que solo es diferente en los calendarios.

Justo enfrente del Hombre Moderno habita la Mujer Moderna que es igual que aquel pero con mas curvas en las caderas y menos en el vientre. Ambos ignoran su proximidad. Comparten soledades y otras desdichas. Odian la vida que no se atreven a matar. A veces pienso que Trachimbrod es la historia de sus naufragios. Otras que si se desgarrasen la ropa y la angustias otro gallo les cantaría. Desafiar las mareas, aniquilar sus ropas, mirarse, olerse y después, retorcerse el uno contra el otro, el uno sobre el otro, el uno en el otro, para deshacerse de la agonía de los minutos que no terminan, para desvelarse los secretos de las palabras sin sonido y dormirse acurrucados sin que nada les de miedo, ni la noche ni ellos mismos.

No lo hacen.

Lo siento.

La historia de un hombre moderno.

Mi historia.

La vuestra.

2 comentarios:

humo dijo...

Una mierda, con perdón. Esa no es mi historia.
Y no sé para quién de quienes te leemos la has escrito, porque nadie así se divierte con tus (cada vez más escasas) crónicas.

María dijo...

Feliz Navidad!! Sr. Mago. Besos

Template Design | Elque 2007