miércoles, 2 de enero de 2008

Piedras

En la isla hay dos cuestas. Todo lo demás es plano o imperceptible si sube o si baja

Una acaba en el volcán. No digo que no sea una excursión bonita, pero da mucha fatiga emprenderla solo. Si algún dia naufragáis por aquí, no dudaré en madrugar mucho y llevaros hasta allí. Entendedme, darse un baño en pelotas en el crater es un gustazo, pero también lo es hacerlo en la playa que la tengo aquí al lado. La estética resulta menos hermosa cuando estas solo.

Otro acaba en un acantilado infinito. Después de mucho subir, después de mucho cansarse, después de asesinar miles de mosquitos contra tu propia nuca, la vista merece la pena. Son tantas las nubes que se pueden ver desde allí y estan tan juntas, que pierden su individualidad y forman una masa lechosa que no tiene fin ni principio. No hay mar ni cielo en ese rincón. Lo único que te comunica con la realidad son las tres rocas que te separan de la locura. Son tan ciertas como mi voze íncluso más en ocasiones. Las tres, suspendidas sobre el vacío, están a un paso de la muerte y sin embargo no conocen el miedo que a mí me espanta.

La Roca Dichosa es casi translúcida debido a la gran cantidad de cristales de la que está hecha. Las pocas veces que el sol llega hasta ella se derrama en otros tantos miles de soles reflejados, soles de estar por casa que no deslumbran y dan calor. Si miras a través de ella el mundo se caleidoscopea y no hay un centímetro que sea igual al contiguo. Está guapa la Roca Dichosa.

La Roca Funesta está esculpida en negrura y labrada por lluvias primigenias que se pierden en la memoria. Su alma de ébano a veces es regada por la luna y entonces resulta placentero mirar como gotas de rocío se suspenden sobre su fiereza atemperándola. Los días que el viento la hostiga piensas que será su última noche y sin embargo no se rompe ni se parte y al día siguiente está en el mismo sitio. Es triste la Roca Funesta, pero no está exenta de belleza.

La Roca de Pensar no tiene nada de especial. Solo que queda un poco más alta. El primer día que me senté sobre ella no llegué a ninguna conclusión. Ni tampoco el segundo. Al tercero los pensamientos me vencieron y despúes de concluir que no había cosa que más echara de menos que una cerveza fría (el ron está muy rico, pero se agradecen los tragos profundos y frescos del zumo de cebada) saqué en claro que la Roca Dichosa o incluso, la Roca Funesta, hubieran sido mejores lugares para descansar. En la inconsciencia está la felicidad, me dije a mi mismo antes de perderme en el yo y en el cosmos.

8 comentarios:

Ana di Zacco dijo...

No sé porqué pero me da en la nariz que hay otra cuarta roca por ahí, la Roca Invisible, una de cuarta dimensión a la que llegará cuando menos se lo espere, Joseph.
Caleidoscopearse, qué bonito, ahhhh.

María dijo...

Tres rocas, quizá más. Comparto la idea de que para descansar, mejor cualquiera; en la de Pensar seguro que no has descansado. Besos

humo dijo...

Ya voy viendo.
En cuanto nuestro náufrago ha tomado conciencia de que maldito para lo que le sirve, ha dejado de ser pijo.
Ahora no sólo es un despistado de la vida.
Por cierto: feliz año.

Patricia dijo...

pues yo acabo d desecubriros a tí y a tu isla (gracias al blog de Humo) y volveré de visita ;)

Me ha gustado todo lo que he leido.

Salud!

quantum dijo...

En condiciones normales harían falta muchos naufragios para encontrar una isla así, pero tú, a la primera: Zas! (aunque reconozco que la falta de cerveza fría se debe hacer muy cuesta arriba, una más empinada que las que tiene Trachimbrod)

Chan ta ta chan dijo...

¿y las puñeteras? ¿¿Aquellas chinitas que se cuelan entre los dedos de los pies??

Bito dijo...

Dígale a aquel hombre que me acuerdo mucho de él.

La roca de pensar me resulta absolutamente prescindible... que lo sepa.

Ginger dijo...

Me gusta especialmente esta entrada, me parece genial

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