Botellotecas
En algunos sitios lo llaman Objetos Perdidos y en otros, Lo Mismo, pero en otro idioma. En esta extraña isla, en la que cada vez tengo la sensación de vivir menos y de soñar más, no se como llamarlo. Pero al final lo llamo....
Sucedió mientras buceaba. Estaba yo pensando en que debajo del mar habitan las formas exactas del silencio, en que allí los colores se disfrazan de otros colores, en lo grande que es, en lo oscuro que está, y pensaba en ello de una forma tan profunda (nunca mejor dicho), que noté como me ahogaba poco a poco, lastrado por el peso de tribulaciones tan hondas (nunca mejor dicho de nuevo). Y mientras me moría y pensaba en lo estúpida que podía resultar esa forma de morirse, el destello de un algo tan brillante como oportuno, me hizo sacudirme las estupideces y nadar hacia allí. La curiosidad que mató al gato, a mí me salvó la vida, fíjate tu.
Decía que, en algunos sitios lo llaman Objetos Perdidos. En otros, Lo Mismo, pero en otro idioma, y yo pensé llamarlo Botelloteca, por aquello de no ser menos. Centenares de miles de millones de botellas, de toda raza, estracción social y marca, se disponían perfectamente apiladas ante mis ojos y a cada instante que transcurría, otras botellas, llegadas desde el fondo y desde la superficie, desde lo oscuro y desde mas allá, se posaban suávemente junto a sus compañeras y allí se quedaban, quietas y calladitas. El mar, olvida, pero no destruye, dicen los que le conocen de cerca.
Cogí cuatro o cinco de ellas, las que más cerca me quedaban y subí a la superficie (no sonó ninguna alarma), por aquello de despertarme si es que había estado dormido o de coger aire si es que hubiera estado despierto. Por supuesto que llevaban mensaje, por supuesto que los leí y juzgué a los interlocutores y opiné sobre ellos en voz alta. Y por supuesto que luego me quedé triste.
1. Tengo en mis manos el secreto del universo y no deja de derretirse. Urge venir a rescatarme.
2. El ejército andorrano se rearma. STOP. Planes de conquista en marcha. STOP. Todos me vigilan. FIN
3. Cari, cuando acabes de currar, pasate por el super y traete cebollitas francesas y salami. No tardes. No te olvides.
4. Hoy, solo tu y solo yo. Sin sombras... (escrito con carmín - a veces le doy besos al papel, para recordar-)
5. Cada vez que bajo del tren, veo un coche que espera. Bueno, en realidad y para ser exactos, es el hombre que está dentro el que parece que está esperando. El hombre está gordo, que no fuerte. El coche es azulón, que no azulado. Durante un tiempo le di un voto de confianza y pensé que esperaba a alguien que venía en el siguiente tren. Pero dado lo flexible de mis horarios y lo permanente de su presencia, se que o el hombre o el coche, están locos. El Angel que Habla me dice que yo no soy nadie para decir tal cosa. Que lo único que hacen es esperar y que resulta menos tragico esperar lo que nunca llega que no llegar a esperar nada.
Estoy cansado del Angel que Habla. Echo de menos al Demonio Callado.