martes, 30 de junio de 2009

Periplo (III)

Sospecho que es imperioso abandonar el tono zascandilero que el autor de la nota me ha contagiado. Por mucho que intente hablar de cosas serias acabo escribiendo de cosas absurdas. Cosas de vivir con las manos y la lengua en perpetua contienda.

Yo intuyo que ese armario que se abre ante mí va a ser muy importante en mi vida y debo concentrarme en las parábolas y abandonar las parodias, pero se, que es mucho más que adivinar, que no me va a resultar fácil. Y no lo es por que el enser inaugurado es en todo igual a un armario común, con su altillo forrado de mantas, su zapatero donde se arremolinan botines y manoletinas, sus baldas herniadas y sus cajones a dos velas. Jerseis de medio pelo, camisas fúnebres. Bajo la sombra de las corbatas ahorcadas solo crecen mandrágoras oficinistas. Hay alguna chaqueta con muchas noches y mudas con demasiadas mañanas. Sobresalta un abrigo revestido de piel, de esos que te abrazan con solo mirarlo, que ahuyentan a la lluvia y a otros demonios. Pero poco más.

Un armario que sería igual que el resto de sus familiares si no fuera su aura opalescente y fantasmagórica, que alumbra tímidamente mi rostro cuando lo acerco contrariado. Una luz gótica y azulona, nichichanilimoná que diría la meu mara. Y aquí comienzan los problemas formales que esta narración implica. Porque originariamente la palabra que había escogido para definir esa luminiscencia era tumescente. Pero resulta que tumescente no es esa luz impalpable que yo trataba de describir sino que es sinónimo de hinchazón y no hay nada más lejos de mis intenciones que describiros un armario blando y regordete. Absurdo.


El problema es que mi yo racional es de natural endeble y no le duelen prendas en dejarse ganar por cualquier locura de medio pelo que sepa bailarle el agua. ¿Cuales serían las razones que podrían justificar que aquel mueble presentase una semblanza tan grotesca.? Hosti tu una riada. Una riada en un punto indeterminado de un continente arrogante y hostil a las aguas, que mira con el ceño fruncido esas nubes negrísimas que se estan haciendo fuertes en el odiado cielo hasta que le explotan en la cara y arrojan sobre su lomo diluvios y otras pataletas bibilícas. Luego ya se sabe, edificaciones construidas sobre lechos de ríos olvidados que resucitan sedientos de recuerdos y que se llevan por delante todo lo que se encuentran: tenderos que no dan a basto con tantas sábanas, cables de luz que no dejan de soltar chispas por la boca, bicicletas que pedalean solas y embarrancan sobre arrecifes de caucho y gasolina. La boina del tío Gervasio y las zapatillas de su nieto Nicanor. Una copia de la Historia de Herodoto le dice al rio que nunca es el mismo, que siempre cambia y deja tras de si un rastro de lágrimas negras, que siempre son las mismas, que nunca cambian.

Y es que el agua, que tan gentil y cristalina puede mostrarse, cuando se pone turbia no le duelen prendas en entrar en una casa cualquiera y arramplar con todo incluso con el armario isabelino que decoró los palacios mas chic de los siglos distantes. Un armario errante, el más temido de los siete mares, que se recorre el mundo a lomos del mar y que echa en falta palabras para contar sus aventuras: el olor de las especias de las costas de oriente, las chalupas de los Pueblos Tristes en pos de las Tierras Alegres, el mar de fuego en el que, a pesar de sus prejuicios prejuicios madereros, se zambulló en Santorini cuando al sol le dio por atardecerse. Un armario que se orilla en Trachimbrod, y estibada por quien sabe quien, se cuela en una cabaña cualquiera despojado por fin de sedas y carmines, y que se muestra tumescente y también ambarino a aquel que lo abre.

Preo ya basta de contar insensateces. Por que poco despues de abrirlo he desaparecido, de Trachimbrod, y he aparecido, en otro sitio. Y creo que debo contarlo, pero no ahora, que tan cansado me siento, sino después, que igual recupere el tono y me deje de gilipolleces.

sábado, 13 de junio de 2009

Periplo (II)

Sentado en el camastro aliso la nota con el puño. Descubro una letra menuda, las letras se avalanzan las unas sobre las otras y se apresuran a contar una historia ciertifalsa. A modo de diario el papel, amarillento y pergaminoso, dice:

1/2 D - Gracias al cielo hay un lápiz. Y una hoja.

1D - Hace tiempo yo dormía en una habitación con una puerta. Si la abría veía el recibidor, si insistía en la apertura llegaba a un rellano con otras tantas, la del ascensor, servicial, invitaba a atravesarla con tan solo pulsar un botón. A casi todos nos basta con atravesar dos o tres umbrales para llegar a la calle llena de aire libre y de prisa, para escapar de las prisiones, para regresar a ellas. Nunca pensé que lo echaría de menos. Aquí solo hay dos puertas. Un armario. Una salida. Y para ser sinceros, trato de colocarme lo más lejos que puedo de sus promesas.

2D - Aquí es fácil abarcar el mundo. Todo se reduce a una ventana ciega que no mira a ningún sitio. Al menos yo no veo nada. Debajo hay un fragadero que está sobre una encimera que hay sobre unos estantes que descansan sobre un suelo. Encima está el cielo y también es de madera. Como la silla, la mesita, el somier y el armario críptico. Solo el libro es de papel, las mantas son de lana, el colchón de gomaespuma quizás. De que estoy fabricado yo, de que esta hecho el reloj de pared que siempre marca las ocho son cosas que no sabría decir. O si sabría decirlas, pero no podría prometer que es así. O si podría prometer, pero es posible que perjurando, y yo ya llevo demasiados pecados en mi haber como para seguir jugando con fuego. Nunca mejor dicho.

3D - Soñé que soñaba que estaba soñando. Solo me desperté dos veces y ninguna de ellas me sacó de la cabaña.

4D - Se cuenta (pero Dios es más sabio). Sherezad apura las noches del sultán. No se cuantas han transcurrido aquí. Allí ya fue la última. Nostalgeo un rato antes de regresar a la primera. Se cuenta, (pero Dios es más sabio...)

5D - No tengo hambre (ni sed, por supuesto). Tampoco tengo miedo. Recuerdo (aunque empiezo a olvidar que en aquella habitación con puertas las cosas no eran así. Igual que los reflejos de los espejos tergiversan el sentido y la dirección sin advertirlo, los recuerdos y la realidad se mienten sin aparentarlo. Se viceversean. Nota: tengo que dejar de manipular palabras.

8D Por ejemplo - Cuento las gotas que resbalan por el sumidero. Me quedo tendido boca abajo, sin dormir, sin pensar. Concentro toda mi pasión en rascarme el tobillo, en un eructo melancólico y en lograr de una vez por todas hacer el pino puente sin joderme la médula.

9D Pom pom - Alguien ha golpeado en la puerta desde el exterior si es que aquí hay exteriores. Si se da por supuesto que debo contestar, incorporarme o acción análoga, aviados andan. Este sitio será todo lo monótono que tu quieras pero cada cosa tiene su sitio y si no me gusta, lo cambio. Más alla de lo inmediato cualquier cosa se antoja, en el mejor de los casos, terrorífica.

11 D - Se repite el repique. Se repite el silencio. Cuando escucho la llamada, las manecillas del reloj se relajan y adelantan un minuto. Cuando comprueban que sigo imperturbable regresan a su horario de oficina

17.895 D - Han pasado esos días. O más. O menos. El tiempo es caprichoso si el sol u otros aparatos no le cuentan los segundos.

Pi D - Al principio era Ella y después también. Y luego y mas tarde y al final. Y hasta aqui la Biblia nueva y eterna, versión comentada. Más de un versículo me suele dar fatiga...

Otro D - Hoy por fin he abierto la puerta. El armario es....

Las letras se arrojan por el borde del papel dejando tras de si un reguero sanginolento de tinta. No puedo reprocharlas su ambición por despojarse de significado pero su capricho entorpece mi comprensión. Arrugo de nuevo el mensaje que agradece el gesto. Lo guardo en mi bolsillo zurdo y me quedo un rato en stand by a ver si se me ocurre algo. A ver yo se que momentos como este parezco tirando a perturbado, pero tampoco puede decirse que esté mal, no es regular lo que estoy, quizás podría valer si afirmase que ni fu ni fa. Más bien fi. Pero hay una cosa que estoy dispuesto a asegurar: por las salidas se sale, por las entradas se entra aunque seguro que habrá alguien que lo contrario.

Lo primero ya lo conozco. Lo segundo me da miedo. No hay opción y aún así tardo un rato.

Por fin, hoy, he abierto la puerta del armario....

jueves, 4 de junio de 2009

Periplo (I)

Que sitios más raros te buscas

No lo escogí mamá. Fue cosa de naufragios y mares revoltosos. Y no hubiera naufragado si tu no me hubieras insistido en que tenía que hacer un crucero....

Lo pienso pero no lo digo. Mi madre no está en Trachimbrod. Imagino que está, que en este momento la cara se le está contrayendo en un mohin disgustado, que señala los rincones más extravagantes con la mano y con el bolso que se zarandea arriba y abajo, sin cascabeles pero con hebillas, y que vomita de vez en cuando pequeños objetos por la ranura que deja una cremallera mal cerrada. Un mechero. Una polvera. Una brújula. Un dedal. Una foto. Un muñeco. Un sombrero de papel....

Podría ser peor, sentencia. Gira su cuerpo hacia mí. Me sonríe. Me coge de los hombros. Se queda mirando de lado, con la boca pensativa, dividida entre la alegría de verme y una leve tristeza que nunca abandona a las madres que dejan que sus hijos crezcan. Me da un beso pequeño y me dice agitando la cabeza con parsimonia malhumorada.
Llámame de vez en cuando que me tienes abandonadita
Se desvanece en mi fantasía, abruptamente, como si no quisiera que la viese llorar. La echo de menos y aún noto la suavidad de sus labios dándole calor a mis mejillas. Lástima que no recuerde su aroma; las fábulas no huelen a ella.

Y encima tiene razón, esa razón asfixiante con la que las madres dejan en evidencia a su prole. Trachimbrod es un lugar que cuida con delicadeza lo extraordinario y expulsa con cajas destempladas cualquier rutina o lugar común, lo cual no se en que lugar me deja, puesto que antes de esto yo era uno más y ahora tengo la sensación de ser uno menos.
Hace tiempo que descubrí una cabaña. Sobra describir el lugar en el que la construyeron pues en Trachimbrod ni el norte ni el sur se encuentran donde deberían. Además me aburre leer paisajes. Los paisajes se miran, no se escriben... ya cuando los hablas los vas perdiendo y cuando los describes ya no existen; sólo son una voz o una palabra; inodoros, incoloros e insípidos pero no quitan la sed. Una choza con paredes de madera y techos pajizos, con verdín en las junturas y los ventanucos deslustrados de mierda; una sombra entre miles de arboles tan espigados como codiciosos; de tan poca cosa, casi una mentira, pero una mentira en la que poder dormir sin mojarse y a veces, cuando el fuego sirve para esas cosas, sin pasar frío.
Supe (del verbo estoy seguro) que aquel lugar no era un espacio más, no era otro lugar construido, no podía ser el hogar de una familia ni el refugio de ningún ermitaño. Miré mucho rato sin atreverme a hacer otra cosa. Creo que entremedias algunos pajáros se divirtieron picoteando mi cabeza, es posible que crecieran rastrojos entre los dedos de mis pies y que al ponerse en marcha, la oscuridad le hubiese birlado el reino a un sol cobarde y cabizbajo. Al cruzar el umbral sabía (del verbo estoy seguro) que había una vida antes y una vida después, pero tantas chapuzas creé en el pasado que al futuro, si bien brumoso, dificilmente podría acabar echándole en en falta. Alguien me dirá que donde estaba Ella en aquellos momentos y yo le responderé que en su isla, como siempre. Muy lejos y sin embargo de la mano. Yo pensaba (del verbo me gustaría estar seguro) que en esa casita iba a acabar con océanos y otras distancias.
Se cerró la puerta detrás de mí. Sobre el camastro que ocupaba la pared opuesta a la entrada, descansaba un papel arrugado...

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