viernes, 28 de diciembre de 2007

T(r)opicos

En la imagen que cada uno se constrye de su isla desierta, hay muchas que se toman prestadas de películas y de libros que vimos o que leimos ayer o hace tiempo. Y unas, si, son verdad y otras, pues no, son mentira.

- No hay un cocotero en el centro de una isla diminuta. Hay muchos y la isla es bastante grande.

- No hay dinosaurios. No hay un mono enorme que se enamora de una rubísima actriz de cine. Desgraciadamente la actriz tampoco ha venido.

- No hay caníbales, no hay piratas, no hay liliputienses, no hay personas que se han caido de un avión y a los que les pasan cosas muy raras, ni famosetes en decadencia que enseñan sus vergüenzas.

- No hay balones de voleybol

- No hay casitas blancas en las que el tiempo se detiene. Ni prostitutas de las que enamorarse. Ni el murmullo de una guerra lejana.

- No hay una sociedad de niños salvajes que se empeñan en pasarse por la piedra a los niños civilizados

- No hay amazonas, ni lesbianas, ni siquiera hay mujeres y de haberlas no estarían recien depiladas ni tocarian suavemente el ukelele desde sus interminables pestañas y sus recios y desnudísimos pechos de orfebre

- No hay lagos azules. Ni yo tengo tirabuzones rubios. Ni cazar peces es sencillo. Si no, que se lo digan a mi pie.

- No hay mapa del tesoro ni cofres enterrados (por suerte para el pirata que tradicionalmente acompañaba al cofre).

- Y lo más jodido, no hay una inacabable plantación de marihuana con cogollos como puños, coño que los días son muy largos

Pero si hay cosas

- Hay amaneceres de ensueño y atardeceres sin final. En Halcón Viajes se pondrían las botas

- Hay playas impúberes en las que el mar nace y muere todos los días.

- Hay tiburones cobardes que no dan la cara sino la aleta y que complican sobremanera las pocas ganas que tengo de salir de aqui.

- Hay un volcán y en su crater, hay un estanque de aguas dormidas y verdes. Lo que no se es si comunica con el centro de la tierra. Me da pereza ponerme a comprobarlo.

- Hay una pila de botellas de vidrio emplomado repletas de un ron exquisito

- Hay criaturas extrañas que por las noches, rondan mi choza

- Hay islas vecinas

- Hay barcos que navegan por el horizonte sin detenerse

- Hay mil maneras de ser desgraciado y una sola de ser moderadamente feliz

Todo eso.

lunes, 24 de diciembre de 2007

Hogar

Hoy por vez primera el día amaneció nublado en la isla


Me marche a la playa, me quede desnudo, me tendí en la arena


Los pájaros callaron. El mar mercurial apenas susurraba. No soplaba el viento


Una diminuta capa de lluvia comenzó a mojar mi cuerpo.


La tierra, más compacta, más parda, empapó de fragancias mi rostro, tan mudo ultimamente.


Hoy por vez primera me sentí en mi casa.


Ya ves tu la tontería...

jueves, 20 de diciembre de 2007

Personas

Trachimbrod no es una isla desierta. Es solo que no hay gente.

Pero la hubo. Basta darse un paseo desde el letrero que bautiza a la isla hasta la plantación de sandías, para comprobarlo.

Y mucha. Náufragos de toda estirpe y condición han poblado en uno u otro momento estas arenas y han dejado tras de si pensamientos de lo que fueron, sombras de un tiempo pasado que renace hoy mismo, en mis ojos y en los de los demás. Quien piense "que deorden tiene razón". Ni el más mínimo pudor en dejarse un collar de colmillos de animales prehistóricos encima de una piedra o ropa interior de esparto en medio de la playa. Arpones clavados en la arena justo al lado de un sable que conoció mejores tiempos. En una gruta alguien perdio un clavicordio y una peluca blanca. Sombrillas chinas, tablillas sumerias, un escarabajo de turquesa, el escudo de un bosquimano. La carta de amor de un escritor ruso que empieza con vida mía y acaba con mi vida (o eso pensé yo en un arrebato de romances). Un libro con extraños dibujos. Un cuadro de una mujer ciega. Una rosa que no se marchita. Y un corsé. Y una escudilla. Un moai con las orejas muy largas y un moai, o bien sordo, o bien sin orejas, al buen albur. Y una caja de música que desafina cuando la abres y que la dejo cerrada por causa de fuerza mayor. Unas gafas rotas y pirómanas. Una caja de condones al que solo le queda uno (días mas tarde: un globo de latex enredado en las ramas de una palmera, el onanismo no requiere de profilaxis). Una cabellera humana. Un bol de piedra. Y un hacha en la que alguien intento escribir su nombre. Y asi miles de cosas. Cada cosa en su espacio. Cada espacio en su tiempo.

Entre todas las cosas que encontré, las que más me gustaron fue aquellas que no vi. No había huesos. En Trachimbrod al parecer los humanos nos hemosn dejado de todo, menos la muerte

lunes, 17 de diciembre de 2007

Hambre

Por muy sorprendente que resulte, los cocos no llevan abrefácil.

Y no es que yo sea del mecanismo en custión, que los abrefáciles sólo gastan dos posiciones, la mala y la peor. O vas con cuidado y dejas la lata a medio abrir (que luego no hay un Dios que la abra entera) y te comes las sardinas desmigadas, o vas de machote y ora te embadurnas hasta las cejas de aceite, ora te acabas seccionando de raiz alguno de tus dedos (total tienes más). Pero mal que bien acabas abriendo las latas de las narices y comes algo, pringoso si, insípido también, pero te quita la gusa.

Un coco no. Un coco no se abre. Lo miré por arriba, lo miré por abajo, lo tiré contra las rocas, cayó un alud sobre el coco, con una navaja suiza, con una taladradora extraviada, lo intenté convencer y ni por esas. Si los pecados se hubieran escondido dentro de un coco, Pandora no la hubiera jodido. Si los soldados cambiaran los chalecos antibalas por cocos, los corresponsales de guerra estarían en el paro. Me puse a llorar y el coco imperturbable. Ni siquiera me gustan los cocos.

Pero dije, vale, igual no soy recolectora, igual soy cazador, que la última vez que miré yo era hombre, y ya se sabe. Asi que cogí una caña de bambú y lo poco que quedaba de la navaja suiza después del coco, lo gasté en afilarla. Armado de mi lanza y mi taparrabos a darle satisfacción a un estómago que exigía una copiosa razción de plateados pececillos (que igual se llaman de otra forma, pero yo no soy zoologo). Subido sobre una roca, se perfilaba mi silueta contra los destellos de luz que reflejaban las aguas y ya con el pez en mi retina, preparados los musculos para descargar su tensión en un centelleante zurriagazo, me sentí como el primer hombre del mundo y descargúe toda la sabiduría de siglos en la punta de una lanza de madera. Aún se está descojonando el pez tras observar como mi apostura se derrumbaba tras cercenarme el pie de parte a parte.

Asi que ni cazador ni recolectora ni leches. Afortunado quizás. Justo en el instante en que decidí que me iba a poner a llorar (a falta de pan...) pude comprobar que en un claro de la selva, debidamente cercada, había una plantación de sandías, vete tu a saber quien las puso allí (ya me lo preguntaré depués del papeo).

Abrir un sandía es muy sencillo. Coges un coco y lo estampas en todo el centro. Se queda hecho un puré, pero sabe a gloria

jueves, 13 de diciembre de 2007

Agua

No se cuantas horas después (o cuantos días) me acabé despertando, porque mi reloj water resistant últimomodelodelahostia no había resistido al agua, que igual es por el idioma, resiste water pero el oceano no lo traga yo que se. El caso es que cuando uno es náufrago las dos primeras cosas de las que adquiere conciencia son de lo más primario: sed y hambre.

Y es aqui donde uno empieza a acordarse de la madre de Crusoe. Porque el tipo aquel debió caer en una isla desierta VIP en la que rebuscando un poco encontrabas de todo. Y lo que no encontraba el tío sabía hacerlo, que le das un poco más de tiempo e inventa la electricidad el muy cabrón. Pero yo, digno heredero de la edad contemporánea en la que todo está prefabricado, previsto y resuelto, pues mucho no se hacer, las cosas como son.

Lo del agua no resulto demasiado problemático. Al poco de caminar por aquí y por allá e intuir que pronto me iba a hartar de la selva, por muy bonita que resulte en un Resort de esos, encontré un arroyo de fresca y cristalina agua. A mi de siempre me ha gustado el agua con gas. Siempre he pedido agua con gas en los restaurantes. Cual no sería mi consternación cuando comprobé que aquello era agua sin gas. Joder, vaya mierda de isla, que no tiene ni lo más básico, pensé, mientras bebía a mares, eso si, que una cosa es la ética y otra muy distinta la estética y yo tenía la garganta demasiado estragada por el agua de un inmenso oceano como para tener principios. No pude evitar estremecerme al pensar que en aquel tugurio no tuvieran cerveza. O peor aún, que el camarero no supiera tirarla.

Lo de la comida fue otro cantar. Más desagradable. Como si el único CD que tuvieras en el coche fuera de reguetón, pero eso os lo contaré mañana o pasado, cuando sepa como coño se abre este puto coco.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Me cago en los naufragios, en las islas desiertas y en la puta madre de Robinson Crusoe.

Vale, se que no es manera de presentarse, que vais a pensar de mí, pero es que me llevan los demonios. coño, que todo me pasa a mí. Vale, trataré de tranquilizarme y de contaros mi historia paso a paso, poquito a poquito como las cosas breves.

No recuerdo muchas cosas. Creo que tengo una amnesia postraumática parcial motivada por una estrovercio en el pericordio, es decir, que me pegué una hostia importante o algó asi y solo me acuerdo de unas pocas cosas. Que me llamo Joseph Cartaphilus. Que nací en un pueblo. Que mi madre tiene la culpa de todo.

Niño, tiés que cogerte uas vacacioes (mi madre no puede pronunciar la n, no os riáis por favor que es muy susceptible).

Que no mama que no.

Niño, tiés que cogerte uas vacacones.

Que no mama, que me dejes.

Niño, o te coges unas vacaciones o te largas del apartameto

Y yo me cogí las vacaciones.

Yo pensaba en unas de esas tranquilitas en las que pierdes el tiempo pescando truchas en un río lento y pesado, dejando pasar las horas del mundo debajo de una caña, pero mi madre que me conocía mejor que yo mismo porque me había traido al mundo, supo que lo que yo quería de verdad era un crucero. Y para que no me quedasen dudas volvió a insinuar lo de mi mudanza.

Desnudo de dudas pero repleto de temores busqué uno de veleros pintones que navegan por las botellas de whisky y me topé con un gigantesco armatoste rematado en blanco que no olía ni a madera ni a sal, tal vez a curry y a cloro, a lociones bronceadoras y a langostas muertas, que no es que sea desagradable, solo que no es lo mismo. Preguntaba yo por los nudos marineros, el mascarón de proa, y los barriles de aceite. Nadie me daba respuesta. Alguno me daba la espalda

Y allí se pudrieron cinco o seis de mis preciados días y en ellos adquirí la costumbre de odiar Odié profundamente al animador de las fiestas y rezo todas las noches porque se haya ahogado varias veces el muy cabrón. Odié al sobrecargo porquenunca llegué a saber cual era su función. Odie a las parejas de viejos reumáticos que tomaban el sol en calcetines. Y tanto fue mi odio, que los dioses lo escucharon, tomando cumplida venganza contra la quilla del crucero, dichoso crucero. Fue a abordar el lomo de una ballena pálida, enorme y asesina y esta poco antes de dejarse devorar por el mar se vio con fuerzas suficientes para devolver el golpe y de una espantosa dentellada, cumplir con el ojo por ojo y el diente por el diente, llevándose consigo al maldito barco. Poseidón guarde el alma del Capitán Achab

Las mujeres y los niños primero. Me cago en esa frase. ¿Quién se acuerda de los cobardes en estos momentos?. Nadie. Y somos al menos igual de indefensos, digo yo. Los botes infantes y femeninos se marcharon repletos de mujeres, de niños y de marineros que los governaban, que las governaban. Y en el barco nos quedamos, el capitan (ahora si que me invitarás a tu mesa, viejo chocho) el animador de fiestas, que propuso que montásemos una conga y yo, que me arrojé inmediatamente al mar, prefiriendo mil muertes a un minuto más al lado de ese subnormal (ojalá se ahogue)

Descubrí muchas cosas, pero ninguna de ellas en los libros

- Los barcos modernos no tienen mastiles que te salvan la vida solo flotadores blancos y naranjas que te sustentan tu cuerpo y ahogan tu dignidad

- Los animales marinos no sirven más que para preservar mi odio. Odio a las medusas que solo sirven para que todo tu cuerpo arda. Odio a los delfines que no solo no ayudan sino que se burlan de mi desgracia. Como se ríen los capullos. Odio al sol que me abrasa la espalda y odio a la luna que me priva del sol


Solo cuando desees morirte, vendrán los dioses y te devolverán la vida. Delirante y semincosciente, pero también vivo, me derrumbé sobre la playa más desierta del mundo. Solo tuve fuerzas para echar un vistazo a mi alrededor y ver, que en unas rocas, alguién había grabado un nombre

TRACHIMBROD

Y eso fue lo último que vi ese día

Z

Desde que puse pie en aquella isla el único ser humano que recuerdo (que recuerdo vivamente, que puedo paladear sus palabras e imitar sus olores) fue a un pobre viejo con vocación de loco.

Me dijo que se llamaba James Bond, me aseguró sin pestañear que también se llamaba Z y luego i y luego más consonantes confusas. Me juró que fue rey del infierno, un simulacro de hechicero, un hombre solo, un tipo despistado (cada vez que pierdo mi sombrero me encuentro con un dragón) y yo le compadecía con la mirada.

Pero solo cuando me ordenó que describiera la isla Trachimbrod comencé a hacerle caso. Y solo cuando ya se había ido, sin dejar huellas sobre la arena de la playa, le eché un poco de menos.

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